E
n
la ruta gastronómica de hoy, toca la visita obligada a un bar
poligonero. Uno de esos lugares donde la estética y el decorado no
son lo importante. Aquí la mayoría de los clientes vienen por la
proximidad a su puesto de trabajo, con el fin de almorzar en un
tiempo que oscila entre los quince y los treinta minutos.
El comercio y, en
general, el sector servicios es la actividad económica fundamental
del polígono industrial que se extiende a lo largo de los municipios
de Sedaví, Alfafar y Massanasa, que, junto a otras localidades, forma
una conurbación.
Massanasa se
encuentra en la Huerta Sur, sobre un acuífero y numerosas acequias
que vierten sus aguas en el marjal, que, ya desde la época
musulmana, es una parte de su economía. Sin embargo, el hecho de
encontrarse en el trayecto de la Vía Augusta que enlaza Cádiz con
Roma, todo hace indicar que pudo ser una villa romana, al igual que
Catarroja, o al menos la alquería de una explotación agrícola.
En la actualidad
su economía está basada en el cultivo intensivo del arroz, frutales
y hortalizas, con una industria muy diversificada, destacando el
sector textil y el maderero. Las grandes superficies comerciales que
se extienden en ésta y en otras localidades vecinas, dan fe de la
importancia del sector servicios en estos municipios.
Surge así la
transformación, en las décadas de los sesenta y setenta, de un
núcleo de población agrícola y rural, en una localidad moderna e
industrial, con el consiguiente cambio de su estructura urbana y
social.
L
a
gran afluencia de público que visita a diario el Bar-restaurante “La
Nave”, a la hora del almuerzo, es tan grande, que los clientes
han de pedir en la barra lo que quieren tomar y después son
atendidos en la mesa que quede libre. Una curiosidad de este local
es el nombre de los bocadillos. Su amplia variedad de productos y
posibles combinaciones de los mismos, da lugar a que cocineros y
camareros puedan diseñar el bocadillo que lleva su nombre. En este
sentido, nos podemos encontrar con: un Mario, un Pili, un Lorena…
entre otros muchos, en honor a las personas que han ideado los
componentes para su elaboración.
Visitar “La
Nave” es sentir el pulso de lo cotidiano: la prisa, el estrés,
la respiración de una ciudad dormitorio que lleva ya varias horas
despierta y necesita cargar las pilas para continuar la jornada.
José González Fernández
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