domingo, 7 de noviembre de 2021

La Cantina de Ruzafa, C/ Literato Azorín, 13-A, Valencia. (5-11-202


 

            El tiempo otoñal dejaba de parecerse al del estío y recordaba más al desapacible invierno, después de una semana de precipitaciones en toda la península que, incluso, se atrevieron a blanquear las altas cumbres. El aire que soplaba del noroeste despojaba del calor a los viandantes, produciendo una sensación térmica inferior a la que registraban los termómetros urbanos. En las costas levantinas, en menos de quince días, se había pasado del lucimiento del palmito en el litoral playero a la cobertura textil polar.

 

           En el corazón del castizo barrio de Ruzafa, en una de las calles más falleras de la ciudad del Turia, se encuentra La Cantina de Ruzafa, en un local que ha visto pasar el tiempo y los acontecimientos socio-políticos y culturales.

            En sus inicios, en los años cincuenta, fue una fábrica de guitarras, bandurrias y laudes, cuya marca era “Tatay”.  El único vestigio de lo que fue este taller artesano es una bandurria colgada en la pared.




 



No obstante, después de que el local se incendiara a mediados de los años 60 del pasado siglo, fue rehabilitado y reconvertido, todavía en la dictadura franquista, en un ateneo, que se hacía eco de todas las inquietudes culturales y políticas de la ciudad y de la nación; en más de una ocasión, los grises (policía franquista) hicieron redadas que impedían la libertad de expresión, por entender que allí había material subversivo que servía para hacer política en contra del régimen.

Testigo mudo de la historia más reciente, ha navegado entre la clandestinidad y el amparo legal. En momentos importantes de la transición política española, la Unificación Comunista de España (UCE) celebraba allí asambleas, y tuvo gran importancia en la plataforma del “No a la OTAN”.

El local de La Cantina, sigue siendo propiedad de la UCE, y permanecen aún los símbolos que lo identifican, pero ya no hay puños en alto ni movilizaciones, aunque sus vetustas paredes conservan aún los posters del labrador con el puño en alto, y con otras de mujeres que enarbolan banderas de libertad y empoderamiento femenino. Eso sí, todo orientado hacia la gastronomía sana y hacia la cultura del esmorzaret.

Cocina mediterránea: de la huerta a la mesa.

Entrar en La Cantina de Ruzafa supone atravesar un largo y estrecho pasillo - que, en su día, daba acceso a la zona clandestina-, hasta llegar a un local que da a un frondoso patio-jardín-huerto, del que se abastece una cocina que ofrece a sus clientes, tanto veganos como omnívoros, una amplia y original carta.

 


En el almuerzo se puede degustar las pataquetas (pan crujiente en forma de media luna muy fácil de masticar y digerir) con una amplia variedad de productos en su interior, todos procedentes de la huerta o del mar. O, si se prefiere, alguno de sus bien elaborados platos y tortillas de patatas.



Este establecimiento tal vez no haya
sufrido ninguna remodelación desde hace décadas, conservando así las puertas y el mobiliario de antaño. La naturalidad en su decoración ofrece la sensación al cliente de estar en contacto permanente con la madre tierra: las calabazas, las cebollas, las patatas, los boniatos… se muestran en sus expositores y sobre las mesas.

 






Ese día, Los Dalton Buidaolles se hallaban en el lugar adecuado a sus pretensiones: la buena mesa y la tertulia. El establecimiento conserva aún el espíritu socio-cultural que invita al coloquio y al debate: ambiente cálido, sin ruidos y con muy buena luz natural. Como siempre, allí se habló de las próximas actuaciones musicales que se celebrarían en alguna de las salas de Valencia, entre otras muchas cosas.


 

 

 

 

Darío Navalperal