viernes, 25 de octubre de 2019

Bar Sant Roc, calle Valencia de Sedaví, Valencia (25-10-2019)


Aquella mañana de calma, después de la tempestad, hacía lucir un espléndido sol que se colaba, como un ladrón, por la rendija de la ventana, y robaba esos últimos minutos de sueño a los más perezosos, antes de incorporarse a su jornada habitual en el aquel otoñal viernes del mes de octubre. Unos fulgurantes rayos que, lejos de molestar, se recibían con regocijo después de aquella nueva dana que, una vez más, había azotado las costas levantinas.

Los Dalton Buidaolles se disponían ese día a visitar el Bar Sant Roc de Sedaví, municipio de la Huerta Sur, que destaca por el sector terciario o comercial y por la industria del mueble.

El Bar Sant Roc es un establecimiento de reducidas dimensiones en el que se puede degustar un almuerzo variado con productos, fundamentalmente de la tierra, a un precio muy asequible.  Los bocadillos de carne de caballo con pimientos y cebolla, o los de carne de cerdo con tomate y patatas, son los más demandados por su concurrida clientela. También es digno de mención el bien elaborado cremaet, hecho en el acto, con ron o cualquier otro licor espirituoso, y con todos los ingredientes que le caracterizan. Y todo ello con un esmerado servicio, del que podemos destacar su eficiencia y amabilidad.

En el coloquio del día era recurrente la exhumación del día anterior de los restos mortales del dictador Francisco Franco, por decisión del partido en el Gobierno y con la sentencia favorable del Tribunal Supremo. Un tema muy espinoso que había levantado ampollas tanto en los partidarios de la extracción como en los detractores de la misma. Una maniobra del partido socialista que muchos consideraban electoralista en aquellos momentos previos a las elecciones generales que se celebrarían el10 de noviembre.

Otro tema de ese día era la actuación en Valencia, en la sala 16 Toneladas del grupo californiano Dawes, de gira durante esos días por España. Una banda de folk-rock que nos recuerda los sonidos de la Costa-Oeste estadounidense y a grupos tales como Crosby, Stills & Nash o a Neil Young.


La noche de aquel día, Los Buidaolles se habían dado cita de nuevo a las 9 para cenar, antes de asistir al mencionado concierto de Dawes, y rematar  así la semana laboral con esa otra pasión que, para la mayoría de ellos, es la música.



José González Fernández


viernes, 11 de octubre de 2019

Bar Alpa, calle Matemático Marzal, 14, Valencia (11-10-2019)


Las hojas de los árboles caían lentamente, al igual que las del calendario de ese 2019, que, creyéndose aún estival con sus tibias mañanas y sus noches casi tropicales, nos convidaba a ir ligeros de equipaje y livianas vestimentas; aquella brumosa mañana del día 11 de octubre, en la que Los Dalton Buidaolles visitaban el Bar Alpa de la calle Matemático Marzal, 14, de Valencia.

A pocos metros del centro de la Ciudad, entre la estación del Norte y la plaza de España, se encuentra el Bar Alpa, en el cruce de las calles Matemático Marzal y Convento Jerusalén, junto al espacio abierto de la famosa plantá de la falla que, en diversas ocasiones, ha obtenido el primer premio. No es de extrañar, por lo tanto, que dicho establecimiento surja como tributo al festival de arte efímero y pirotecnia más importante del mundo. No en vano, su decoración está llena de motivos falleros, aunque también marinos. En sus paredes, en lugar de cuadros, hay espejos sobre los cuales figuran textos satíricos y filosóficos, que hacen alusión a la amistad, al amor y al buen yantar. Frases tales como: «Cocinar es como amar, hay que hacerlo sin miedo… o mejor, no lo intentes» «El amor puede esperar, el hambre no» «El amor se cocina a fuego lento», «Las calorías son pequeñas criaturas que viven en tu armario, que por la noche cosen tu ropa haciéndola más pequeña cada vez»; como también algún consejo gastro-amoroso en forma de receta: «2 tazas de inspiración, 500 gramos de amor, 1 huevo de paciencia, 300 gramos de sabor y locura al gusto».  

En ese castizo barrio fallero, convertido en la actualidad en el China Town valenciano, numerosos son los negocios orientales que, en toda la zona, ocupan la mayoría de los bajos comerciales. De entre todos ellos sobrevive por casualidad el Bar Alpa; el cual ya merece la pena visitar, aunque solo sea por su aliciente cultural. Sin embargo, también podemos encontrar aquí una amplia variedad de alimentos para combinar el bocadillo; eso sí, solo te permiten poner entre el pan dos ingredientes. La sangre con habitas, los chipirones, la tortilla de patatas… entre otras viandas, son algunos de los productos que podemos degustar en este bar, junto con la típica comida casera y mediterránea. Echamos en falta aquí el cremaet que se sirve en la mayoría de los locales especializados en el esmorzaret, por lo que, a pesar del buen servicio, nos obliga a dar a este establecimiento una puntuación media.


No esperes encontrar aquí la paz y el sosiego —al menos a la hora del almuerzo— para mantener una conversación relajada e intimista, no. Los más de 70 decibelios que llegan hasta los pabellones auditivos obligan a gritar o a usar el lenguaje de signos si pretendes comunicarte con el resto de tragaldabas que hacen buen honor a su nombre de Buidaolles, pues solo callan cuando comen.

No obstante, esa hermandad, amiga del buen yantar y de las ambrosías que ofrecen los selectos templos urbanos y rurales, también son fieles a la tertulia, sin la cual su encuentro semanal carecería de sentido. Ese día era recurrente hablar de las ampollas — en uno y otro sentido— que había levantado la sentencia del Tribunal Supremo acerca de la exhumación de los restos mortales del dictador Franco, después de 44 años de su entierro en la basílica del Valle de los Caídos. En el contexto internacional era noticia la ofensiva de Turquía contra las fuerzas kurdas, que reavivaba la llama yihadista en el noroeste de Siria.




 También se habló ese día del próximo concierto que el octogenario Jonh Mayall iba a dar el sábado día 12 en la sala Moon de Valencia, y de las nuevas salas de cine en 3D del centro comercial Bonaire. Y, como de costumbre, en buena armonía y con la felicidad de saber que solo quedaban horas para el deseado fin de semana.

José González Fernández