viernes, 6 de mayo de 2022

Bar L'Ateneu de Alaquàs (Valencia) 06-05-2022

 

Bar L’Ateneu, Plaza de la Constitución, 1, Alaquàs (Valencia) (06-05-2022)

 

            Por fin, después de que los fenómenos meteorológicos con su líquido elemento, barrieran la península durante los días anteriores, el sol alumbraba todos los rincones, y lucía con esplendor en las verdes praderas y en los cauces secos de los ríos, que ese día bajaban con caudal. Una primavera muy lluviosa en casi toda la península y en especial en la vertiente mediterránea. Las golondrinas revoloteaban y anidaban en los balcones y aleros de los tejados, dando muestras de que el buen tiempo había llegado. También salían de sus madrigueras los seres de dos, de cuatro y más patas, liberados de su letargo, de sus miedos, de su síndrome claustrofóbico…

 

          
 
Retomamos de nuevo la crónica de Los Dalton Buidaolles, que durante seis meses estuvo interrumpida. Más de dos años con restricciones y cambios constantes de normas sobre la pandemia y de contradicciones, nos llevaron a reunirnos de forma esporádica; casi clandestina, evitando dejar huella de todos nuestros encuentros socio-gastronómicos. Todo ello unido al momento de incertidumbre y a los aires belicistas que amenazan al mundo, nos hizo perder la ilusión por festejar los tradicionales hedónicos momentos como lo veníamos haciendo en ocasiones más propicias para la celebración.

 

            Sin embargo, y a pesar de esta maldición pandémica; que marcará nuestras vidas durante mucho tiempo, hemos de seguir viviendo, porque el ser humano es social por naturaleza y está llamado a reunirse con sus semejantes.


            En este resplandeciente día de mayo, Los Buidaolles fueron a almorzar hasta el municipio de Alaquàs, una ciudad al oeste del área metropolitana de Valencia. De origen musulmán, en el centro urbano de Alaquàs podemos observar un imponente castillo-palacio reconstruido sobre una fortificación musulmana, que fue durante mucho tiempo propiedad de la nobleza española, y adquirido por el consistorio municipal en el año 2003.

 


            En el centro de la plaza de la Constitución, se encuentra L’Ateneu. Un lugar de encuentro, de cultura, de relación social y, cómo no, de gastronomía. No en vano, a su bar le otorgaron en el año 2019 el galardón del Cacau d’or, en reconocimiento a la calidad de su esmorzaret.  No obstante, y en humilde opinión de estos “Vaciaollas” y del que suscribe –hartos ya de frecuentar los templos sagrados del buen yantar-, lo mejor de este bar es su amplio local y su extraordinaria terraza. Por lo demás, no deja de ser un bar vulgar, sin llegar a estar a la altura de otros muchos que no han sido laureados aún con este importante premio, pues ofrece poca variedad de productos en un pan de mediocre calidad.

 

            En la tertulia de ese día era recurrente hablar de la invasión de Rusia en Ucrania y de la constante autodestructiva de la humanidad. Ese afán del hombre por dominar y someter a otras personas y a acaparar territorios y poder. Ahora es Rusia, pero en nuestra historia más reciente también Estados Unidos o China, intentan erigirse como los dueños imperialistas del mundo, limitando las libertades de las personas para decidir sobre su futuro geográfico y político, sobre sus voluntades.

 


 

            También fue motivo de tertulia la difícil situación económica en nuestro país, que disparó los niveles de inflación por encima de lo habitual, aumentando la carestía de vida.



            Como siempre, se habló también de música y de cine, y de la última victoria del Real Madrid sobre el Manchester City, quien en los últimos minutos consiguió remontar un partido que tenía perdido.

            Todo ello, en un día de reencuentro sin mascarillas, en el que la libertad de vivir superando las adversidades, ya era motivo más que suficiente de celebración.

           

 


 

Darío Navalperal

 

domingo, 7 de noviembre de 2021

La Cantina de Ruzafa, C/ Literato Azorín, 13-A, Valencia. (5-11-202


 

            El tiempo otoñal dejaba de parecerse al del estío y recordaba más al desapacible invierno, después de una semana de precipitaciones en toda la península que, incluso, se atrevieron a blanquear las altas cumbres. El aire que soplaba del noroeste despojaba del calor a los viandantes, produciendo una sensación térmica inferior a la que registraban los termómetros urbanos. En las costas levantinas, en menos de quince días, se había pasado del lucimiento del palmito en el litoral playero a la cobertura textil polar.

 

           En el corazón del castizo barrio de Ruzafa, en una de las calles más falleras de la ciudad del Turia, se encuentra La Cantina de Ruzafa, en un local que ha visto pasar el tiempo y los acontecimientos socio-políticos y culturales.

            En sus inicios, en los años cincuenta, fue una fábrica de guitarras, bandurrias y laudes, cuya marca era “Tatay”.  El único vestigio de lo que fue este taller artesano es una bandurria colgada en la pared.




 



No obstante, después de que el local se incendiara a mediados de los años 60 del pasado siglo, fue rehabilitado y reconvertido, todavía en la dictadura franquista, en un ateneo, que se hacía eco de todas las inquietudes culturales y políticas de la ciudad y de la nación; en más de una ocasión, los grises (policía franquista) hicieron redadas que impedían la libertad de expresión, por entender que allí había material subversivo que servía para hacer política en contra del régimen.

Testigo mudo de la historia más reciente, ha navegado entre la clandestinidad y el amparo legal. En momentos importantes de la transición política española, la Unificación Comunista de España (UCE) celebraba allí asambleas, y tuvo gran importancia en la plataforma del “No a la OTAN”.

El local de La Cantina, sigue siendo propiedad de la UCE, y permanecen aún los símbolos que lo identifican, pero ya no hay puños en alto ni movilizaciones, aunque sus vetustas paredes conservan aún los posters del labrador con el puño en alto, y con otras de mujeres que enarbolan banderas de libertad y empoderamiento femenino. Eso sí, todo orientado hacia la gastronomía sana y hacia la cultura del esmorzaret.

Cocina mediterránea: de la huerta a la mesa.

Entrar en La Cantina de Ruzafa supone atravesar un largo y estrecho pasillo - que, en su día, daba acceso a la zona clandestina-, hasta llegar a un local que da a un frondoso patio-jardín-huerto, del que se abastece una cocina que ofrece a sus clientes, tanto veganos como omnívoros, una amplia y original carta.

 


En el almuerzo se puede degustar las pataquetas (pan crujiente en forma de media luna muy fácil de masticar y digerir) con una amplia variedad de productos en su interior, todos procedentes de la huerta o del mar. O, si se prefiere, alguno de sus bien elaborados platos y tortillas de patatas.



Este establecimiento tal vez no haya
sufrido ninguna remodelación desde hace décadas, conservando así las puertas y el mobiliario de antaño. La naturalidad en su decoración ofrece la sensación al cliente de estar en contacto permanente con la madre tierra: las calabazas, las cebollas, las patatas, los boniatos… se muestran en sus expositores y sobre las mesas.

 






Ese día, Los Dalton Buidaolles se hallaban en el lugar adecuado a sus pretensiones: la buena mesa y la tertulia. El establecimiento conserva aún el espíritu socio-cultural que invita al coloquio y al debate: ambiente cálido, sin ruidos y con muy buena luz natural. Como siempre, allí se habló de las próximas actuaciones musicales que se celebrarían en alguna de las salas de Valencia, entre otras muchas cosas.


 

 

 

 

Darío Navalperal

 

 

 

viernes, 8 de octubre de 2021

Bar Sol, C/ del Mas del Jutge, 12, Torrente (Valencia) (8-10-2021)

 


 

            Cirros, cúmulos y estratos cubrían parcialmente la ciudad de Valencia, extendiéndose hasta la de Torrente. Sin embargo, a partir de las 12 horas, algún tímido rayo de sol se filtraba entre el algodón, y recordaba, en las terrazas de los bares, que en tiempo de otoño los alopécicos no deben olvidar el sombrero.

            Ese día, Los Dalton Buidaolles cabalgaron hasta la ciudad de Torrente, en la que ya habían estado almorzando en otras ocasiones. Esta vez, a la sombra de los olmos y las acacias de la terraza del Bar Sol.

            El Bar Sol, cuyo nombre va acompañado del de sus regentes Natalia y María, es un bar poligonero; de esos que a partir de las 9:30 horas cubren todo su aforo, sobre todo en el exterior.

Llamados por el olor de las ricas viandas y por las reseñas googleras y tripAvisoras, allí se dan cita tragaldabas de todas las razas, profesiones y raleas: el musculitos ciclado con tatuajes hasta en las orejas -que hace rugir su moto con su explosión ensordecedora-, a quien acompaña la choni de voluminosa y siliconada delantera; mitad de su novio, mitad de Cofidis. O el jubilado que, por un día, se olvida del colesterol, del azúcar y del reflujo gástrico, y se atreve a meterse, entre pecho y espalda, el especial de la casa de brascada de ternera o de caballo. Y, sin ir más lejos, críticos gastronómicos especializados en el esmorzaret, que recorren los sagrados templos del buen yantar de Valencia y otras localidades de hasta 60 kilómetros de distancia, como es el caso de Los Buidaolles.

Llegamos al Bar Sol a las 10:30 am, con mesa reservada para ocho personas. Comenzaron a ponernos la bebida a las 11. A las 11:30 nos tomaron nota de la comanda y tardaron una hora más en servirla. Como es natural, aunque no hacía mucho calor ese día, la primera cerveza no aguantó fría hasta la llegada del bocata y tuvimos que pedir otra.

Tal vez el local no sea frecuentado mucho por trabajadores del andamio ni del polígono industrial -quienes suelen disponer de 15 minutos o media hora para almorzar-, pues serían despedidos si se ausentaran tanto tiempo. Si quieres almorzar en este bar, olvídate del tiempo y relájate, pues aquí todo hay que tomárselo con mucha calma, menos la cerveza, porque si no, se calienta.

Pero la espera mereció la pena, porque a ese caballo entre el pan solo le faltó relinchar. Una carne tierna y jugosa entre un bollo de pan crujiente y fácil de digerir.

El buen bocadillo es aquel que se acaba antes de que la cerveza se caliente. Esto puede ser por el hambre acumulada de los comensales o por la calidad del pan y de lo que contenga en su interior. En este caso, ambas circunstancias concurrieron esa mañana.

 

 

       Un día más en que la tertulia buidaollesca hizo un repaso del cine, de la pintura de los impresionistas, post-impresionistas y cubistas en la bohemia parisina de la primera mitad del siglo XX, de la música de los años setenta, de la economía de mercado en contraste con la de dirección central, y ¡cómo no!, de las corrientes políticas actuales en España y en el mundo, con los posicionamientos siempre tan diametralmente opuestos de dos sectores de tertulianos que defienden sus inquebrantables opiniones, las cuales son más ideológicas que de sensibilización hacia la realidad socioeconómica.  

 


            Sin embargo, esa diversidad de pensamiento y caracteres personales, no impide que todos sigan anhelando el momento en el que vuelvan a reunirse de nuevo.

 

Darío Navalperal

sábado, 2 de octubre de 2021

Bar La Altruista-Casa Floren, C/ Castellò, 2 Tabernes Blanques (Valencia) (1-10-2021)

 


            Después de que las diluvianas fuerzas de la naturaleza -como cada año por estas fechas- ejercieran su acción en semanas anteriores, se disfrutaba ahora de la templanza habitual del veranillo de San Miguel.

 

            La fresca mañana invitaba a los ciudadanos de Valencia a salir de sus aposentos y romper su letargo matinal moviendo el esqueleto con algún deporte al aire libre o, simplemente, caminando.

           

            Ese día primero del mes de octubre, Los Dalton Buidaolles salían de la ciudad para dirigirse, una vez más, a la localidad de Tabernes Blanques; la última vez que visitaron esa localidad fue el 14 de septiembre de 2018, cuando estuvieron en el restaurante La Estela. Cuatro años habían transcurrido desde entonces, sin embargo, permanecía intacto el ánimo de un grupo que anhelaba la llegada de san viernes para dar rienda suelta a su propensión por los deleites gastronómicos. Esta vez, con la inestimable presencia de una de las chicas Buidaolles. Nadie podrá decir ahora que este es un grupo cerrado hacia el otro género; aunque, eso sí, en las tertulias, la presencia femenina les haga ser más comedidos en su comportamiento y expresiones orales.

 

            Esta vez el esmorzaret tocaba en la terraza del Bar La Altruista, también denominado Casa Floren. Su denominación procede del nombre de la asociación cultural “La Altruista” fundada en 1905 como sociedad de socorros mutuos, pero en 1928 quedó configurada como una sociedad cultural y recreativa, un nombre que no dejaba de ser un sofisma que ocultaba lo que, en realidad, es un casino. No obstante, allí tiene también su espacio la biblioteca pública municipal. A lo largo de la historia ha tenido distintos usos, pasando a ser, en la Dictadura Franquista, un edificio de Falange Española. Posteriormente se celebraron en él diversos conciertos y fue la sede de la Banda de Música municipal de Tabernes Blanques. El edificio fue destruido y se reconstruyó en el año 2010, albergando en la actualidad un centro social y cultural y el bar de Casa Floren.

 


Casa Floren no se distingue, precisamente, por ser uno de los mejores sitios donde poder almorzar, ni siquiera de los mejores de Tabernes Blanques. No ofrece gran variedad de productos y algunos de ellos no son de gran calidad. Por ejemplo, el bocadillo de carne de caballo –que se identifica como el especial de la casa-, tal vez sea elaborado con la de un animal con muchas carreras a sus espaldas, incluso ¿quién sabe? quizá proceda de otro cuadrúpedo que no llegue ni siquiera a ser rocín, pues su correosa carne se resistía a los más afilados incisivos.  Además, las patatas fritas del bocadillo, son congeladas, y la guarnición de ajetes tiernos dejaban en el paladar cierta acritud, como si llevaran largo tiempo en las bandejas calientes. Por otra parte, las múltiples equivocaciones de la camarera dieron lugar a que algunos se comieran bocadillos con la guarnición que no habían elegido. No obstante, el de chipirones sí satisfizo a los comensales que optaron por él.

 

            Aquel día, el tema de conversación fue la erupción del volcán de Cumbre Vieja de la Palma, que había sepultado miles de hectáreas de cultivos y viviendas al paso de su lava. Con el sentimiento y la solidaridad hacia el Pueblo Canario, la conversación discurría con estupor al observar, en directo por televisión, el cambio orográfico de la zona y el gran número de personas que han visto cómo se perdían todas sus posesiones.

            A veces explotamos cual volcanes, y por las fumarolas de nuestras oquedades dejamos salir los excesos en forma de ira, de rabia, de dolor… La represión acumulada, propicia la incontinencia verbal, y en ocasiones física. Nos transformamos y nos convertimos en el animal guardado en nuestro subconsciente, ese otro yo del que constantemente huimos, pero con el que volvemos a reencontrarnos en alguna ocasión. Tal vez el corazón de la tierra también se sienta maltratado, y de vez en cuando aproveche algún resquicio para derramar su sangre sobre nosotros.

 

            El tiempo no parecía transcurrir en este grupo de compañeros, y sin embargo amigos, cuya hedónica afición consiste en disfrutar al máximo de los manjares que la vida ofrece y, sobre todo, de esos momentos únicos y entrañables que se viven en sus encuentros semanales.

 


 

 

Darío Navalperal

sábado, 11 de septiembre de 2021

 Bar Casa Chato C/ Castellón esquina con calle Torrente de Sedaví (Valencia)

 (10-09-2021)

 

            Esa cálida mañana del mes de septiembre de 2021 quería seguir siendo todavía veraniega. Los más de 30 grados centígrados a las diez, recordaban a los dos meses más calurosos del estío.

 

            Después de 554 días sin traer el esmorzaret de Los Dalton Buidaolles a estas páginas, volvemos de nuevo al ataque con renovadas ilusiones, con los ánimos intactos, con un año y medio más… pero mucho más sabios. No en vano la brutal pandemia que hemos sufrido; que desgraciadamente se ha llevado a tantas vidas, a los miembros de este singular grupo les ha hecho más fuertes.

 

            Adoptando todas las medidas de protección del Covid, nos decidimos a retomar nuestra andadura gastronómica-cultural por las rutas poligoneras o por las urbanitas de Valencia-capital y pueblos aledaños. Que se preparen los bares, tascas, mesones, cantinas, tabernas… pues estos tragaldabas harán temblar sus despensas, y, sus refinados paladares, pondrán en jaque a las más experimentadas cocinas.

 

        
    El Bar Casa Chato está en Sedaví, un municipio de la Huerta Sur que está totalmente conurbado con Alfafar, Benetuser, y Horno Alcedo. Su toponimia, según la etimología popular, sitúa su origen en la seda y el vino, sin embargo, la investigación ha demostrado que procede de una palabra árabe cuyo significado es alquería.

 

            Casa Chato se encuentra en un polígono industrial. La construcción de viviendas en la zona le ha comido terreno a las naves industriales, con una urbanización un tanto anárquica y carente de espacios verdes u ornamentales.


            Pero en este local, tanto en el interior como en su terraza se puede degustar un almuerzo con una gran variedad y calidad. Calamares, carne de caballo, todo tipo de tortillas, esgarraet, habitas y ajos tiernos… y un largo etcétera, entre un buen pan crujiente y fácil de deglutir. Y a todo esto hay que añadir un cremaet de gran calidad.

Pero lo más importante de todo es la simpatía y el agrado con el que la señora, que atendía las mesas del exterior, nos trató; siempre dispuesta a atendernos con una gran eficiencia. Un claro ejemplo de lo que debe ser un buen servicio de restauración.

 

            La subida del coste de la energía eléctrica y el 20 aniversario del atentado terrorista en USA, fueron algunos temas de la tertulia en ese día. Aunque también se habló de los viajes de verano de algunos de los Buidaolles, tales como a Asturias, a Grecia o a París.

 

            A pesar de todas las adversidades, la vida debe seguir, y los buenos momentos compartidos nunca deben perderse, pues son la esencia de la propia vida, son la felicidad.


           

 

 

 

 

 

 

 

Darío Navalperal

sábado, 7 de marzo de 2020

Bar-cafetería La Cantoná, C/Daniel Balaciart, 2, Valencia (06-03-2020)

             El viento del noroeste barría la costa levantina robando el calor del cuerpo a los viandantes matutinos, cuando, en el interior de la Península, el invierno parecía dar los últimos coletazos obsequiando a las cumbres más altas con el gélido manto blanco. Los cirrocúmulos viajaban a gran velocidad impulsados por el dios Eolo produciendo constantes sobra-luces y candilazos.


            En la mañana del día 6 de marzo, Los Dalton Buidaolles se dieron cita en el Bar La Cantonà: un local que se encuentra en el barrio de Benimaclet de la capital del Turia. El nombre –que en valenciano significa esquina- ya nos ofrece una orientación de dónde se encuentra. También nos hace recordar al jugador de futbol de la Selección Francesa, del Olimpique de Lyon y del Manchester United, Eric Cantona; que destacó en los años ochenta y noventa en el futbol. Sin embargo, por lo que más se le recuerda es por su patada voladora de kung-fú a un espectador que, en la grada, le estaba increpando.
           
         
 La Cantonà es un local de reducido aforo y amplia terraza que se encuentra en una zona de alta densidad de población. La acumulación de mesas, en el reducido recinto interior, origina dificultades de movilidad, tanto para personas con discapacidades físicas como para quienes no tienen estos problemas; a menudo los comensales obstruyen el paso de otros clientes y del propio camarero. Además, la pésima acústica del local dificulta la conversación, y su falta de confort no invita a
permanecer mucho tiempo en el mismo: es obvio que sea así, se trata de un lugar que sirve para cubrir las necesidades de supervivencia de quienes han de llenar la andorga lo más pronto posible y volver rápido a su trabajo. No obstante, a pesar de estos inconvenientes, El bar La Cantonà nos ofrece para el almuerzo amplia variedad de productos a muy buen precio. Su carta nos muestra bocadillos, identificados con su nombre propio, tales como: Dorita (queso, bacon, cebolla pochada y sobrasada) Chivito (lechuga, tomate, queso, bacon, huevo frito y mahonesa) Brascada (jamón serrano, ternera y cebolla pochada) Cantonà (lomo, queso y tomate restregado) El Español (tortilla de patatas)…y otros nueve más, en los que se combinan productos cárnicos con otros de la tierra. Una característica de este establecimiento es que te ofrecen patatas fritas de bolsa y cacahuetes -lo que se le suele llamar 
«gasto»- en un cazo de los que en otra época se utilizaban como menaje de cocina.
 

            El precio del almuerzo varía en dos euros si se acompaña con cremaet o si se toma café o infusión. Un cremaet en el que el alcohol se nota mucho y más parece un carajillo, sin embargo, destacamos en positivo el detalle de la casa de acompañar todos los cafés e infusiones con una galleta, para que los más golosos puedan poner un broche de dulzura a su esmorzaret.


           

        



       En la tertulia de Los Buidaolles se habló ese día de las compras a través de ese portal llamado «eBay», y de las pujas se suelen hacer en subastas para conseguir determinados artículos de coleccionista. Un miembro del grupo se hubo de ausentar durante el almuerzo para pujar, desde su domicilio, por unas antiguas revistas de su interés. Hubo también quien, con su sarcasmo habitual, se mofaba diciendo que esas revistas usadas suelen venir manchadas de aceite o con el típico moco seco, de anteriores propietarios, adherido a sus páginas interiores.

            También se comentó en la tertulia el escándalo desatado por la supuesta donación del rey emérito, Juan Carlos I a su amante Corinna, de la cantidad de 65 millones de euros; según comunicado de su abogado, el rey lo hizo por el cariño que sentía hacia Corinna y su hijo. Al parecer, el «donativo» fue realizado a través de una fundación panameña a otra cuenta que Corinna tiene en un banco suizo con sede en Las Bahamas.


           Se habló -como solía ser ya habitual- de música, pues uno de los allí presentes había estado la noche anterior en un concierto, que el gran músico de jazz Chick Corea había dado en la ciudad de Valencia.


             

            De todo esto y muchas cosas más se habló en aquel día en el que ya las mascletàs falleras comenzaban su atronador y musical repiqueteo, anunciando que la fiesta del arte efímero estaba ya muy próxima.

José González Fernández

viernes, 28 de febrero de 2020

Bar Cafetería Casa Orta, C/ Lluís Vives, 4, Aldaia, Valencia (28-02-2020)

En los últimos días, el aire del desierto había traído a la Península ese polvo en suspensión al que se le denomina «calima», cubriendo una parte importante de la geografía española y llegando hasta la costa levantina. La aureola luminosa que se proyectaba en las alturas, daba fe del tímido sol que, a pesar de todo, caldeaba la mañana para cualquier semoviente que se atreviera a salir de su guarida.

            Aquel «febrerillo loco», en ese año bisiesto, no iba a ser tan loco como solía ser por costumbre. Las temperaturas, superiores a la media de las registradas, dejaron la cara más amable después de un desolador y doloroso enero.

            Como de costumbre, Los Dalton Buidaolles se dirigieron a almorzar en la mañana del viernes. Esta vez iban al municipio de Aldaya, en la Huerta Oeste. Su topónimo deriva del árabe y significa «aldea o granja», no obstante, existen vestigios de que la zona estuvo poblada en la época romana, como consecuencia de los numerosos restos encontrados en las inmediaciones.



   
  
 Casa Orta es un bar que ofrece una amplia variedad de productos para el almuerzo. Hace gala en sus expositores de vinos de calidad y de otras bebidas alcohólicas. También podemos observar, detrás del mostrador, unos jamones ibéricos con denominación de origen de Huelva. Pero lo que en realidad le distingue de otros establecimientos es la calidad de sus cefalópodos; esos calamares, sepia o chipirones que se pueden combinar con multitud de salsas o guarniciones. Precisamente,
estos productos del mar fueron los más elegidos ese día por los Buidaolles. El bocadillo de calamares de la Patagonia con ajo aceite, el de chipirones con tomate o pimientos; entre un pan crujiente y de fácil deglución, podemos decir que eleva a una alta calificación el esmorzaret de Casa Orta. Por otra parte, los que optaron por comer con cuchillo y tenedor también estuvieron acertados, pues la presentación; unido a la calidad y generosidad del producto servido, produjo la aquiescencia y aprobación de esos expertos paladares.


            Como no podía ser de otra manera, ese día, el almuerzo también se remató con el elixir digno de dioses llamado «cremaet»: la espirituosa bebida que no en todos los locales preparan con tanto esmero como en Casa Orta; con su punto de alcohol, azúcar, cítricos, canela y café, sin que ningún factor llegue a sobresalir en exceso sobre los
demás.


En este establecimiento de reducidas dimensiones, es de destacar la simpatía y el sentido del humor de los camareros, así como su eficiencia a la hora de atender a la clientela. Digno de mencionar es el detalle de la camarera de reponer los frutos secos y encurtidos, que acompañan al bocadillo, cada vez que estos se iban agotando.

Por último, decir que el precio puede resultar algo más caro que en otros establecimientos, sin embargo, está en relación con la gran calidad del producto ofrecido. 


           

            En el día, en el que el pánico cundía por doquier por ese virus, de origen aún desconocido, cuyos intentos para detenerlo estaban resultando baldíos; pues ya se daban cientos de muertos en todo el mundo, y muchos miles los afectados, tanto en China como en otros países. El coronavirus ya se había extendido a Europa, siendo en Milán donde se habían producido los primeros decesos. En concreto, esa mañana en España solo se registraban 22 casos hospitalizados, aunque esa cifra aumentaría a lo largo de la semana en forma de progresión geométrica.

            También se habló en la tertulia Buidaolles de la política de los EE UU a lo largo de la historia, recordando especialmente los tiempos de Nixon y del escándalo Watergate, y al polémico secretario de estado Henry Kissiger.

            Se habló también de literatura: de los premios literarios y de las injusticias que a veces se cometen cuando son concedidos a quien no los merece, pues se busca al autor comercial, aquel que le pueda reportar píngües beneficios a las editoriales, valorando, más que la obra en sí, la trayectoria del autor

            En todas las tertulias se hablaba también de las provocadas declaraciones de Plácido Domingo, denunciado más de 20 veces por acoso sexual, en las que pidió perdón por el dolor causado, aceptando toda responsabilidad por las acciones denunciadas en los últimos meses. Todo esto parecía más una aceptación de la derrota para evitar duras sentencias judiciales, aunque la sociedad ya le había juzgado y condenado, no en vano, muchos teatros estaban rescindiendo sus contratos con el tenor y borrándolo de sus programaciones operísticas. Había quien comentaba, en tono de humor, que Plácido Domingo pasaría a ser Lunes Tormentoso.



            Porque el tiempo que todo lo cambia, también todo lo aclara y lo pone en su lugar adecuado. Nada en la vida puede permanecer inalterable… ni los edificios, ni las montañas, ni la conducta de los hombres.  

José González Fernández