sábado, 28 de abril de 2018

Bar Lekus, Avenida del Cid, 124, Valencia (28-04-2018)

  A esas horas de la mañana el mercurio marcaba ya 25 grados centígrados, lo que suponía una temperatura superior a la media habitual para estas fechas en la ciudad del Turia; un tiempo variable y muy propio de la primavera, en el que unos días llueve torrencialmente, con la consiguiente bajada de temperaturas, y en otros, la gente vuelve a tomar las calles ligeros de vestuario y ocupando las terrazas de los lugares de buen yantar.

           

            Ese día tocaba ir al Bar Lekus, en el número 124 de la avenida del Cid; la gran arteria que llega desde el oeste hasta casi el centro urbano de la Ciudad, comunicando con la autovía A-3. En su origen se llamó Avenida de Castilla-La Mancha, y surgió como una alternativa a la calle Quart, que era la única salida natural hacia el oeste. En la actualidad es una de las avenidas con más tráfico, a pesar de sus cuatro carriles y del paso subterráneo con la avenida de Tres Cruces.



          
  El Bar Lekus – justo enfrente del Hospital General - consta de un recinto interior con un aforo no muy grande, pero con una amplia terraza de mesas bajo carpa y otras bajo sombrilla. Ese día, Los Dalton Buidaolles habían optado por almorzar en la calle, medio protegidos del radiante sol por la inamovible y desequilibrada sombrilla que, por norma de la casa, no se permitía mover a los clientes. Ello daba lugar a que, inexorablemente, algún rayo de sol se colara de contrabando por los espacios sin cubrir y deslumbrara en un sector de la mesa, produciendo incomodidad, malestar y despotrique en alguno de ellos.


           

El malestar era también generalizado ese día debido a la inesperada sentencia judicial de los “supuestos violadores” autodenominados “La Manada”: cinco jóvenes “depredadores” sevillanos que, según la sentencia, abusaron de una chica que coincidió con ellos en los últimos San Fermines de Pamplona.  La mayoría de los que intervenían en el coloquio coincidían en la tibieza del fallo de la sentencia, entendiendo que la pena de nueve años de cárcel impuesta no se corresponde con la gravedad del delito. Sin embargo, otros opinaban que la pena debe observar el principio de proporcionalidad establecido en el Código Penal, debiendo estar ésta en función de la magnitud del delito cometido y con la consiguiente graduación en comparación con otros delitos en los que se producen asesinatos. Que, a veces, el poder mediático juzga antes que los jueces, y mueve a las masas hacia unos objetivos concretos.


      También se habló de esas imágenes publicadas en todos los medios de comunicación en las que se veía a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, cuando le sometían a un registro por un hurto en un centro comercial, algo que, unido al escándalo de la posible falsificación del título de un máster, fue determinante para que presentara su dimisión a los cargos que ostentaba tanto en la Presidencia de la Comunidad como en el partido.

           

            En el Bar Lekus el camarero se acerca a la mesa y te dice qué es lo que hay para almorzar y, aunque admite propuestas para la composición del bocadillo a gusto del consumidor, la oferta de productos es poco variada y no sirven el tradicional cremaet; algo casi obvio, pues no es la típica taberna de pescadores ni huertanos, sino más bien uno de tantos bares en la gran avenida de más tráfico de la Ciudad, donde mantener en su terraza un  tema de conversación puede ser misión imposible si no es gritando. Eso sí, la sepia a la plancha - bocadillo por el que se decantaron todos los Buidaolles - estaba bastante aceptable; tal vez hubiera resultado mejor si hubiera ido acompañada de un pan más crujiente y fácil de deglutir, algo difícil de entender teniendo en cuenta que al bar le separa solo la pared medianera con una panadería de buena pinta. 
 

            El Bar Lekus, a pesar de que ofrece un producto a buen precio, no podemos situarlo, ni de cerca, a la altura de otros templos gastronómicos del casco urbano o del extrarradio de la ciudad, de los que podemos dar fe en este blog.

           

No obstante, la contaminación acústica - y en menor grado también ambiental - no impidió que Los Dalton Buidaolles se esforzaran en mantener su animada tertulia, recordando míticas películas de Berlanga y sus insólitas manías de coleccionista. También se habló de las actuaciones musicales previstas para el mes de julio en Valencia, sobre todo aquellas de cierto renombre.




La música y el cine sirven de nexo a este grupo de “maduritos”, que, un tanto anclados en los psicodélicos años setenta, se atreven a parafrasear aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.



José Gozález Fernández

miércoles, 18 de abril de 2018

Cervecería Los sabores de Durban, C/ Luis Buñuel, 1, Valencia (13-04-2018)




            La primavera se dejaba notar en las hojas de los árboles y floración de las plantas de jardín, pero seguía haciendo mucho frío en toda España, e incluso en las zonas de litoral, donde la temperatura era mucho más baja de lo habitual para estas fechas. La mañana se presentaba con algunas nubes y el aire gélido producía una sensación térmica casi invernal en la ciudad de Valencia.



            Ese día no se hablaba de otra cosa en todas las tertulias que del ataque con misiles, dirigido desde El Pentágono estadounidense, a las infraestructuras de producción de armas químicas de Siria. Todo ello en colaboración con Francia e Inglaterra. 



            Otro tema recurrente de política nacional fue el escándalo levantado por el supuesto falso máster de la Presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes. 



Después de las largas vacaciones de Semana Santa y Pascua, Los Dalton Buidaolles se reunían de nuevo en la cervecería “Los Sabores de Durban”, para continuar con su ya tradicional costumbre de almorzar los viernes. Un establecimiento que pertenece a una franquicia que lleva el nombre de Durban; importante ciudad sudafricana a orillas del Océano Índico.



En el número 1 de la calle Luis Buñuel, esquina con la calle Jorge Comín, al noroeste de la ciudad, se encuentra un amplio establecimiento que suele estar muy concurrido a la hora del almuerzo. Su variedad de productos -tanto del mar como de la tierra -, unido al cómodo y luminoso local acristalado con que cuenta, así como su extraordinaria relación calidad-precio, dan lugar a la gran afluencia de público que, entre las 9,30 y las 12 horas, se concentran tanto en su interior como en su terraza. 


 

 
Sabores huertanos para alguno de los Buidaolles que preferían un bocadillo ligero; sabores del mar, con ese revuelto de chipirones y habitas tiernas, para aquellos que recordaban la ciudad costera y huertana en la que habitan; y sabores de tortilla de patatas con pechuga de pollo para quienes, dejándose imbuir por los imponentes atributos de algunas camareras, se conformaban con degustar la del pollastre y contemplar al mismo tiempo la magnífica visión que ofrecían las de los turgentes y ceñidos cuerpos que, sin lugar a dudas, constituían el principal reclamo clientelar del establecimiento. No en vano, el cien por cien de los presentes, en ese momento, era público masculino. Ellas, conocedoras de su poder de convocatoria, se movían por el local con candor y donosura, luciendo su figura y haciendo olvidar al comensal cualquier aspecto inherente a la calidad del producto que con gran eficiencia era servido.



A partir de ese momento, el debate de la tertulia se centró en dilucidar si toda aquella exuberancia era producto de la madre naturaleza o de la cirugía estética. Como siempre, hubo opiniones en uno y otro sentido y, aunque ese día faltaron dos de los más risueños y parlanchines, no se echó en falta el buen humor y el álgido estado de ánimo por la llegada del fin de semana.


Los Sabores de Durban en Valencia son sabor a mar, sabor a huerta, sabor a vida…


José González Fernández