viernes, 31 de enero de 2020

Restaurante El Racó, c/ Glòries Valencianes, 4, Meliana, Valencia. (31-01-2020)

«Gloria» se había marchado, pero el cielo parecía estar más cerca del suelo en la ciudad de Valencia.

El viento de poniente barrió por completo la borrasca y dejó un día primaveral, impropio para esas fechas, con una temperatura máxima de 24 grados centígrados; el cielo estaba despejado casi en su totalidad y las aguas habían vuelto a sus respectivos cauces, dejando un día perfecto para pasear, montar en bicicleta, deambular por la Ciudad o, simplemente, ir a almorzar; como lo hicieron Los Dalton Buidaolles aquella tibia mañana de viernes.  


El lugar elegido ese día era el restaurante El Racó, en el municipio de Meliana: una población en la Huerta Norte que, como todas las de su entorno, aumenta cada día su número de habitantes dada su cercanía a la capital, a las buenas comunicaciones con la misma y al precio más bajo de la vivienda en estas zonas de origen rural, pero que se transforman gradualmente en industriales y de servicios.



«…Y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya…»

Unos versos de «Mediterráneo»: la canción de Joan Manuel Serrat que mejor refleja la esencia de la tierra bañada por este mar.

Atravesando otros municipios huertanos por angostos caminos y vericuetos rurales; en los que con dificultades caben dos coches al cruzarse, llegan Los Buidaolles hasta El Racó y se refugian entre las cañas de bambú de su decoración. Un restaurante que lleva más de 22 años ofreciendo una cocina mediterránea de calidad a un precio muy aceptable. En un local de amplias dimensiones, reformado recientemente con una decoración minimalista de cuadros abstractos, El Racó se convierte en el lugar apropiado para celebraciones en grupo, en pareja o para toda aquella persona que, casualmente, vaya de paso por la zona y necesite un lugar acogedor para relajarse, mantener una conversación de negocios o, simplemente, por el placer de saborear sus buenos arroces y all i pebres. No en vano, este establecimiento ha sido galardonado con varios premios en diversos concursos gastronómicos. La comodidad que ofrece el local en cuanto a su acústica, a su climatización y a su mobiliario, hace que merezca la pena visitarlo, aunque solo sea por su confort; uno de los pocos lugares en los que un grupo de 10 personas pueden hablar y mirarse a la cara, debido a sus espaciosas mesas.



Escondidos entre esas cañas de bambú, Los Buidaolles degustan su habitual esmorzaret. Aquí hemos de decir que el restaurante El Racó no se esmera en exceso; incluso cabe pensar que este establecimiento da almuerzos, a un precio muy aceptable, como un producto gancho para dar a conocer su excelencia en otros servicios de comidas o cenas. Además de los elogios a las características del local, hemos de mencionar el servicio eficiente de la camarera que nos atendió; con su agrado y simpatía. Sin embargo, se echa en falta mayor variedad de productos para el almuerzo, un bocadillo cuyo pan ese día presentaba un aspecto correoso o trasnochado, y un cremaet que, a pesar de su buen equilibrio entre el azúcar y el alcohol, carecía de los cítricos o de la canela en rama, algo que forma parte de su ancestral receta. No obstante, su buen precio, el trato amable y las características del local, ya hacen más que recomendable darse un paseo desde la capital hasta estos pagos huertanos.

Aquel día, en todas las tertulias no se hablaba más que del «Coronavirus»: el virus de origen asiático que estaba haciendo cundir el pánico en todo el mundo por miedo a una pandemia.

También aquel día, unos lloraban y otros celebraban con regocijo el adiós del Reino Unido a la Unión Europea; ese «Brexit» en el que, tras años de negociaciones infructuosas entre las partes, llegó el día de la ruptura y de entonar esa canción del adiós que es casi un himno para los británicos, en la que se invita a brindar por los viejos tiempos. El distanciamiento de un pueblo que siempre nos ha seducido: por su literatura, por su música, por su cine, por sus científicos; el RU nos ha sabido vender todo eso, e incluso, hasta sus costumbres. Es como si esa persona, a la que siempre hemos amado, un día nos abandonara olvidando todo lo vivido. Pero como ocurre con todo lo que amamos, el tiempo es la mejor medicina para el olvido, y el que pone las cosas en su sitio.


Aquel día, al grupo de Los Buidaolles se había unido un «navajero», pero no por llevar navaja ni por la posibilidad de su apariencia con el sentido más despectivo de la palabra, «navajero» porque era residente en el municipio de Navajas: una localidad de la provincia de Castellón.




Un fin de semana que apuntaba a ser radiante, Los Buidaolles se mostraban en la foto «a verlas venir», pues el astro sol estaba dispuesto a proporcionarnos, de forma gratuita, la vitamina «D», tan importante para nuestro esqueleto.

José González Fernández

viernes, 24 de enero de 2020

Bar Los Navarros, calle Denia, 56, Valencia. (24-01-2020)

Más dolor que gloria.

            Nada parecía claro en aquella nublada mañana del día 24 de enero. Después de casi una semana en la que se habían dado cita todos los fenómenos atmosféricos en una persistente borrasca, a la que los meteorólogos habían denominado «Gloria»-; la lluvia, la nieve y el granizo estaban dando una tregua a los campos, a las playas y a los espacios urbanos inundados por los ríos desbordados con su inexorable lodazal, aunque los estratocúmulos oscurecían la mañana e impedían al astro sol llegar con sus rayos hasta la húmeda superficie devastada. La nieve cortaba carreteras y aislaba pueblos, pero era acogida con regocijo en aquellos puertos de montaña donde el deporte blanco se llevaba disfrutando desde octubre del año anterior.

            Negocio para algunos y pérdidas económicas -y en algún caso humanas- para otros.  En definitiva, más pena que gloria, durante aquellos días en los que la película de Almodóvar «Dolor y Gloria», parecía perfilarse como favorita en los certámenes del séptimo arte.

       
         
  Los Dalton Buidaolles se dan cita esta vez en el bar Los Navarros, que está situado en el barrio más castizo de la ciudad –o más «cool» como diría algún esnob-; en el que la sensación de fiesta permanente se la ofrecen los numerosos bares y restaurantes que concurren en sus bulliciosas calles. A Ruzafa, la tradición fallera le ha dado su fama como un lugar de visita obligada para propios y extraños, y, en la actualidad, el fenómeno de gentrificación ha encarecido los espacios permitiendo la rehabilitación de muchas viviendas, conservando sus fachadas de estilo modernista. Sin embargo, esta constante celebración -o jolgorio- tiene como consecuencia otra cara menos amable: los residentes en la zona difícilmente encuentran la paz y la tranquilidad, y tanta fiesta llega a resultar incómoda, salvo que se mimeticen con el ambiente.


         
  En el bar Los Navarros, la variedad para el almuerzo no es gran cosa, no obstante, la calidad de sus productos te permite degustar un generoso bocadillo, tanto en su tamaño como en el contenido del entrepan.  Blanco y negro con pimientos, chipirones con habas y ali i oli, tortilla de patatas… entre otros productos, pueden conseguir un potente esmorzaret.


            El pequeño recinto de este establecimiento no permite albergar a muchos comensales. En un local de cierta antigüedad, cuyo regente ha heredado hasta el nombre del anterior propietario, se conservan objetos vintage; esos que ya solo podemos encontrar en algún museo de artes y costumbres populares o en la casa de la abuela.  Amontonados en repisas o estantes; podemos ver sin arte ni concierto; revueltos entre libros, botellas y otros objetos inservibles: aparatos de radio de los años treinta, cajas registradoras antiguas, máquinas de coser, aspas de viejos ventiladores… y todo, echando en falta la ausencia del plumero o de la bayeta; cubierto de polvo y telarañas, causando la sensación de que se encontraran en un desván o cuarto trastero.   Llama la atención una máquina a modo de depósito o bomba de presión anclada en la pared, que en su día sirvió para producir agua con gas y que, según comentó la camarera, se sigue utilizando en la actualidad.


            En ese día previo al certamen de los premios del cine español, el medio ambiente se seguía deteriorando, y las fuerzas de la naturaleza respondían con «danas» en los países mediterráneos y con grandes incendios y deforestación en nuestras antípodas. Más dolor que gloria producían esas nubes que, por una parte, llenaban los pantanos, pero por otra causaban devastación y dolor en aquellos lugares en los que descargaban su carga torrencial.

Este tema fue recurrente en la tertulia de Los Buidaolles, así como el de las grandes infraestructuras hidráulicas que llevan el agua a determinados territorios de la geografía española.  

        Se habló también de la música de los sesenta y setenta, y algunos decían que era la mejor; era obvio que se trataba de la que comenzaron a descubrir en su virginal adolescencia, aquella que les llevó a sus furtivos escarceos de amoríos y llegadas a casa fuera de la hora autorizada, con el consiguiente responso paternal. Era por tanto la música de referencia de la mayoría de Los Dalton Buidaolles, a quienes les parecía que -parafraseando a Jorge Manrique- cualquier tiempo pasado fue mejor.  Esa misma noche se darían cita en «La Rambleta» -centro cultural de la Ciudad- para oír a Pink Tones: un conocido grupo español que hace un tributo a Pink Floyd y ofrece un directo de gran calidad.




Porque a este grupo de compañeros y amigos no solo les une el buen yantar, también mantienen otras aficiones culturales que les proporcionan esos pequeños momentos de efímera felicidad.


José González Fernández

viernes, 17 de enero de 2020

Bar Nuevo Oslo, calle del Doctor Sanchís Sivera, 7, Valencia. (17-01-2020)

Miles de copos de algodón se divisaban en las alturas, unidos entre sí cual rebaño de ovejas que viajaban hacia ninguna parte, aquella tibia mañana en la que todo parecía indicar un cambio de clima inminente.

Los cirrocúmulos no llegaban a tapar el sol en su totalidad aquel viernes de enero, en el que Los Dalton Buidaolles se dirigían al Bar Nuevo Oslo.

         
         
En la calle Doctor Sanchís Sivera, muy próxima a la avenida de Fernando el Católico -una céntrica arteria de la ciudad de Valencia-, el tráfico y los viandantes ocupan el espacio, siendo testigos, y a veces víctimas, del agobio y de la prisa… del pulso de lo cotidiano. No obstante, a determinadas horas de la mañana: empleados de banca, funcionarios, dependientes de comercio, policías, jubilados, profesores… se olvidan por unos momentos de las cifras, de los clientes, de los cacos, de recoger a los nietos del cole, de los alumnos… y se relajan durante unos minutos, ante una pinta de cerveza y con el
placentero esmorzaret que ofrece el Bar Nuevo Oslo.


         Este establecimiento sorprende, a determinadas horas de la mañana, con ese amplio surtido de productos perfectamente expuesto, y acondicionado en unos expositores que mantienen todo a la temperatura idónea y preserva de los gérmenes de transmisión aérea. Longanizas, chorizos, morcillas, queso en aceite, pisto, ensaladillas… junto a otros más selectos tales como secreto ibérico en salsa carbonara o calamares de La Patagonia; podemos encontrar en este local de no grandes dimensiones, en el que coger mesa a determinadas horas de la mañana exige esperar a que otros comensales la dejen libre.  


Se trata del típico bar en un casco urbano muy masificado, al que es mejor acudir a pie, en bicicleta o en patinete, pues aparcar en las inmediaciones puede resultar misión imposible.


Supuestamente mejorable debe ser el pan del bocadillo que, aunque tierno, resulta algo acartonado. También el cremaet, en el que el exceso de azúcar le anula los aromas del café y de los cítricos, aunque su preparación es muy esmerada y suele hacerse a la vista de los clientes.



El bar está decorado por secciones temáticas inconexas entre sí; lo mismo dedica un tributo a Julio Iglesias que a Miguel Indurain; a las Fallas, a los comic de Mortadelo y Filemón o al deporte del tenis. Y todo ello presidido por Raulín, el retrato del dueño del local disfrazado de general del ejército ruso. El surrealismo inunda un local en el que su propio nombre «Nuevo Oslo» en nada nos
recuerda a la ciudad escandinava. 

       En resumen, el tiempo pasa rápido en un establecimiento donde el sentido del humor rezuma de sus paredes y del propio excusado; en el que el espejo tiene la forma de un televisor antiguo, resultando llamativo en un lugar tan frecuentado cuando la rubia cerveza pide paso en la uretra.




El tiempo transcurría entre el agobio, el estrés y la prisa… cual gacela en la sabana perseguida por un león, pero por aquellos pagos solo circulaban coches y motos a «todo trapo». Sin embargo, para Los Buidaolles el reloj se paraba en aquel hedónico momento de asueto, cuando la tertulia y la risa les hacía llegar a la dimensión del placer. 

Aquel día, en el que Carlos Sainz, a sus 57 años, ganaba su tercer Dakar, se hablaba sobre todo de esto y del accidente ocurrido en la petroquímica de Tarragona, donde la tapadera de un reactor salió disparada,como si se tratara de un obús, destrozando un edificio y matando a un hombre que se encontraba en la paz de su hogar.

También se habló ese día de la afición -o negocio, según se mire-, de la filatelia, y la sobrevaloración que, en algún momento de nuestra reciente historia, ha puesto en peligro la economía de algunos inversores y ahorradores.

           Otro tema que aparecía en los titulares de la presa era el fallo de un juzgado de lo penal de Madrid en el que se condenaba al empresario Jaime Botín a 18 meses de cárcel, y al pago de 52 millones de euros por el intento de sacar fuera de España, de contrabando, una obra de Picasso denominada «Cabeza de mujer joven» Dicha obra, a pesar de ser de su propiedad, estaba considerada como patrimonio histórico español y, en su momento, no fue autorizada a ser subastada por su propietario en una galería londinense.




…Y todo esto en un día en el que, como cada viernes, Los Dalton Buidaolles saludaban el fin de semana.

José González Fernández


sábado, 11 de enero de 2020

Bar-restaurante Jimmy Baar, Camí Nou, 252A Chirivella, Valencia. (10-01-2020)

       El frío calaba hasta los huesos en aquella nublada mañana que solo supuso una amenaza de lluvia, porque a las diez y media, el viento del noroeste arrastró hasta el mar a la boina de nubes dejando un radiante día, en el que apetecía pasear e incluso saborear un café en la terraza de cualquier bar. Sin embargo, transcurría en el calendario el duro y crudo invierno en pleno mes de enero, en el que las albinas cumbres del interior de la península -a temperaturas bajo cero- invitaban deslizarse por sus laderas.

        
    Los Dalton Buidaolles, como cada viernes, se dirigían a un bar poligonero del municipio de Chirivella, una localidad frecuentada en anteriores ocasiones.


         
  
Jimmy Baar es un bar-restaurante que fue fundado en el año 1976 por el padre del actual regente. Desde hace más de cuarenta años ha ofrecido una cocina casera o de mercado, que satisface la demanda de quienes, sin remilgos, buscan llenar la andorga con apetitosas viandas. Cuenta con un local de amplio aforo, el cual se completa en determinadas horas de la mañana. Y esto es así por la calidad y variedad de los productos que ofrecen para que, hasta el más ávido «vaciaollas», pueda saciar su voraz apetito matinal después de unas horas de desgaste energético, repostando el combustible necesario hasta la hora de comer a las dos o las tres de la tarde. Porque este establecimiento, a un precio asequible para todos los bolsillos, ofrece en los expositores de su amplia barra: cefalópodos variados, carnes de distintos mamíferos a la brasa o mezcladas con diversas salsas, tortillas, guarniciones de todo tipo… un hedónico festival para los sentidos, en el que, además de los cacaos y encurtidos, el broche de oro lo pone el delicioso cremaet.


La media barra de pan recién hecho y crujiente, que, a pesar de sus aristas causadas por los necesarios cortes de cocción, no ofrece resistencia a caninos e incisivos y resulta fácil de deglutir.  La calidad de la harina y la adecuada exposición al calor del horno, hacen de este elemento el complemento fundamental para el éxito del bocadillo. Pero, además, la frescura de sus productos, tales como la sepia o el solomillo en salsa, causan tal explosión de color, olor y sabor, que algunos no pueden resistir la tentación de hincar el diente antes de sacar la foto de rigor. Por otra parte, aquí te permiten fraccionar el bocadillo en dos trozos y pedir productos variados para cada uno; es como si te comieras dos bocadillos totalmente distintos.


Y todo ello se complementa con un servicio rápido y eficiente de camareros muy profesionales que saben tratar al cliente con agrado y simpatía. También es de destacar los buenos accesos al establecimiento y la facilidad de poder aparcar en las inmediaciones.

Desde aquí proponemos a Jimmy Baar para que le sea otorgado el «cacau d’or» en su próxima edición. Los jueces gastronómicos de este tipo de certámenes deben ampliar más su radio de acción y visitar también estos lugares objeto de la prisa, del sudor del operario, del pulso de lo cotidiano… en ellos se puede encontrar el tradicional esmorzaret de verdad, y no las típicas menudencias que ofrecen otros imitadores, que se suman a este creciente boom del almuerzo valenciano.

            Aquel día se hablaba en las tertulias de un avión ucraniano que había sido abatido por un misil iraní. Había quien pensaba que todo podría ser una escaramuza más en represalia al ataque con drones de EEUU, en el que uno de los generales de su ejército resultó muerto. Sin embargo, Irán declaró que todo ocurrió como consecuencia de un error en cadena de las fuerzas armadas iraníes, después de la tensión en la semana anterior se confundió el avión con un misil americano.

            En la tertulia de Los Buidaolles también hubo un acalorado debate sobre el conflicto catalán. Unos defendían que el político encarcelado de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, debería estar en libertad, según la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la UE, que le otorgaba la inmunidad parlamentaria. Otros, sin embargo, entendían que Junqueras había sido condenado por llevar a cabo acciones encaminadas a la independencia de Cataluña y, por lo tanto, inconstitucionales; que la condición de eurodiputado no le podía dar la inmunidad, puesto que ya existía una sentencia firme del Tribunal Supremo Español. El debate se extendió más allá de la tertulia hasta el círculo de Whatsapp, donde intervinieron otros Buidaolles ausentes en el almuerzo, justo en el momento en el que se conocía la decisión del Parlamento Europeo de retirarle la condición de eurodiputado.



            Pero los conflictos son inherentes a la propia vida, lo importante es la gestión de los mismos. En definitiva, todo tiene la dimensión y la importancia que los seres humanos queramos darle.

José González Fernández

viernes, 3 de enero de 2020

Bar-restaurante Avenida 2.0, Cuina de Mercat, calle Jubilados, 36, Massamagrell, Valencia. (03-01-2020)

Más el ruido que las nueces.

La cara más abrupta de la estación invernal se destapaba con un velo de tul que cubría la ciudad, aunque no impedía que unos tímidos rayos de sol se filtraran a través del mismo; sin que ello sirviera para subir la temperatura a más de siete grados, cuando a las diez de la mañana, como de costumbre en viernes, Los Dalton Buidaolles se dirigían al bar-restaurante Avenida 2.0 de Massamagrell.



A 12 kilómetros al norte de la ciudad de Valencia se encuentra Massamagrell, un núcleo importante de población con los servicios de cualquier ciudad combinados con las tradiciones propias de una localidad de un marcado pasado agrario sustituido por la industria y los servicios.


El bar-restaurante Avenida 2.0 se encuentra en una zona abierta de espaciosas avenidas, con fáciles accesos y con posibilidad de aparcar en las inmediaciones. Su buena
ubicación y sus amplias instalaciones, en un edificio que hace chaflán con la avenida de Náquera y la calle Jubilados, es uno de los alicientes para que, a determinadas horas de la mañana, convoque a un significativo número de clientes para degustar el tradicional esmorzaret. Por tal motivo, y, supuestamente, por su buena cocina, ha sido galardonado en diversos certámenes gastronómicos, llegando a obtener el importante premio del «Cacau d’or»; lo que le distingue como uno de los establecimientos de la Comunidad Valenciana con mejor almuerzo.



La oferta gastronómica que ofrece este local no es muy amplia, aunque su producto es de calidad y su servicio es rápido y esmerado, y todo ello a un precio insuperable. Los productos que nos podemos encontrar son: revueltos de ajos tiernos con huevo y beicon,
salchichas con tomate y pimientos, tortilla de patatas con habitas tiernas… entre otros, y, por supuesto, no podía faltar el típico cremaet. No obstante, la temperatura de ese día tal vez influyó en que todo llegara a la mesa con cierta tibiez; cuando lo suyo es que se presente humeante, y que sea el comensal quien decida si hincar el diente o esperar a que se enfríe.


En un local con una decoración minimalista; que sitúa al visitante en el entorno de edificios de una gran ciudad, sus amplios ventanales ofrecen desde dentro una buena panorámica del exterior, aunque en días grises, como el de este viernes, los colores oscuros de sus paredes obliguen a usar la luz eléctrica.


En definitiva, podemos decir de este establecimiento que es un lugar muy recomendable para almorzar, comer o cenar. Sin embargo, consideramos que «es mayor el ruido que las nueces». Que los méritos de este establecimiento tal vez, desde nuestro punto de vista, no lleguen a hacerle acreedor del «Cacau d’or» de los mejores almuerzos de la Comunidad Valencianano en vano existen otros muchos que llegan a superar a este en variedad, calidad y cantidad ofrecidas.


Ese día era objeto de comentario entre Los Buidaolles el ataque con drones de EEUU al general iraní Soleimani, de la guardia revolucionaria de Irán, muriendo en el acto.

También se habló de las actuales negociaciones del gobierno con los partidos independentistas catalanes con el fin de conseguir la investidura de Pedro Sánchez. En este sentido, surgieron aquí comentarios a favor y en contra de la política fiscal que se suponía iba a llevar a cabo el ejecutivo, como consecuencia del pacto con el partido de Unidas-Podemos.

Gran acogida había tenido la noticia de la liberación del pago de peaje en la autopista A-7, en su tramo desde Tarragona a Alicante, por haber terminado la concesión administrativa a la empresa privada que venía explotando el servicio desde finales de los años setenta.


Tampoco se podía pasar por alto el centenario de la muerte de ese prolífico literato como fue Benito Pérez Galdós, con su extensa obra que tanto nos ha servido para entender a la España en los comienzos del siglo XX.



Y todo ello en un día vacacional aún, en el que, circunstancialmente, se habían dado cita como si se tratara de cualquier otro viernes laborable. Porque, por encima de todo, lo importante era la relación, la tertulia y la necesidad de pasar un rato agradable.



José González Fernández