viernes, 8 de octubre de 2021

Bar Sol, C/ del Mas del Jutge, 12, Torrente (Valencia) (8-10-2021)

 


 

            Cirros, cúmulos y estratos cubrían parcialmente la ciudad de Valencia, extendiéndose hasta la de Torrente. Sin embargo, a partir de las 12 horas, algún tímido rayo de sol se filtraba entre el algodón, y recordaba, en las terrazas de los bares, que en tiempo de otoño los alopécicos no deben olvidar el sombrero.

            Ese día, Los Dalton Buidaolles cabalgaron hasta la ciudad de Torrente, en la que ya habían estado almorzando en otras ocasiones. Esta vez, a la sombra de los olmos y las acacias de la terraza del Bar Sol.

            El Bar Sol, cuyo nombre va acompañado del de sus regentes Natalia y María, es un bar poligonero; de esos que a partir de las 9:30 horas cubren todo su aforo, sobre todo en el exterior.

Llamados por el olor de las ricas viandas y por las reseñas googleras y tripAvisoras, allí se dan cita tragaldabas de todas las razas, profesiones y raleas: el musculitos ciclado con tatuajes hasta en las orejas -que hace rugir su moto con su explosión ensordecedora-, a quien acompaña la choni de voluminosa y siliconada delantera; mitad de su novio, mitad de Cofidis. O el jubilado que, por un día, se olvida del colesterol, del azúcar y del reflujo gástrico, y se atreve a meterse, entre pecho y espalda, el especial de la casa de brascada de ternera o de caballo. Y, sin ir más lejos, críticos gastronómicos especializados en el esmorzaret, que recorren los sagrados templos del buen yantar de Valencia y otras localidades de hasta 60 kilómetros de distancia, como es el caso de Los Buidaolles.

Llegamos al Bar Sol a las 10:30 am, con mesa reservada para ocho personas. Comenzaron a ponernos la bebida a las 11. A las 11:30 nos tomaron nota de la comanda y tardaron una hora más en servirla. Como es natural, aunque no hacía mucho calor ese día, la primera cerveza no aguantó fría hasta la llegada del bocata y tuvimos que pedir otra.

Tal vez el local no sea frecuentado mucho por trabajadores del andamio ni del polígono industrial -quienes suelen disponer de 15 minutos o media hora para almorzar-, pues serían despedidos si se ausentaran tanto tiempo. Si quieres almorzar en este bar, olvídate del tiempo y relájate, pues aquí todo hay que tomárselo con mucha calma, menos la cerveza, porque si no, se calienta.

Pero la espera mereció la pena, porque a ese caballo entre el pan solo le faltó relinchar. Una carne tierna y jugosa entre un bollo de pan crujiente y fácil de digerir.

El buen bocadillo es aquel que se acaba antes de que la cerveza se caliente. Esto puede ser por el hambre acumulada de los comensales o por la calidad del pan y de lo que contenga en su interior. En este caso, ambas circunstancias concurrieron esa mañana.

 

 

       Un día más en que la tertulia buidaollesca hizo un repaso del cine, de la pintura de los impresionistas, post-impresionistas y cubistas en la bohemia parisina de la primera mitad del siglo XX, de la música de los años setenta, de la economía de mercado en contraste con la de dirección central, y ¡cómo no!, de las corrientes políticas actuales en España y en el mundo, con los posicionamientos siempre tan diametralmente opuestos de dos sectores de tertulianos que defienden sus inquebrantables opiniones, las cuales son más ideológicas que de sensibilización hacia la realidad socioeconómica.  

 


            Sin embargo, esa diversidad de pensamiento y caracteres personales, no impide que todos sigan anhelando el momento en el que vuelvan a reunirse de nuevo.

 

Darío Navalperal

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