domingo, 26 de noviembre de 2017

Mesón-Restaurante Adrián, C/ Monastir de Poblet, 18, Valencia. (24-11-2017)

   La mañana del viernes amanecía un tanto ensombrecida y la pureza del aire llegaba a dificultar las actividades deportivas en la calle; pues la contaminación ambiental procedente de las quemas de deshechos del cultivo del arroz, unido a las condiciones meteorológicas impropias para estas fechas, habían creado una neblina que desde el suelo se elevaba a pocos metros de los edificios más altos de la ciudad de Valencia. 




            Ese viernes, como tantos otros, Los Dalton Buidaolles se disponían a visitar un nuevo local situado en el barrio “El Calvari”, al noroeste de la ciudad; un cruce de caminos entre las avenidas de Burjasot, Campanar y General Avilés. Justo en el otoño en el que se cumplen sesenta años de aquella arriada que asoló una gran parte de la Ciudad y, en especial, a las barriadas de Campanar y El Calvari, dejando 89 víctimas mortales y grandes pérdidas materiales.  El viejo cauce del río Turia que trajo la desgracia a la ciudad, siendo ahora un jardín lleno de vida.




            En la calle Monastir de Poblet, 18, se encuentra el Mesón-Restaurante Adrián, un establecimiento con variedad de servicios: almuerzos, comidas, cenas, eventos y celebraciones. Está especializado en carnes de ternera gallega y novillo argentino a la piedra, pero también sirve paellas y todo tipo de bocadillos en el almuerzo. Aquí podemos ver algunos de ellos tales como: sangre de pollo con pimientos y cebolla, o el de calamares a la romana.


               En general, la opinión de la mayoría de los Buidaolles fue favorable a la calidad del producto, no obstante, en cuanto al bocadillo de calamares a la romana se refiere, cabe decir que dejó mucho que desear; la falta de frescura de los calamares se dejaba notar al ofrecer resistencia a las dentelladas de incisivos y caninos, y el pan – pieza clave en la calidad del conjunto – había sido calentado en alguna plancha, lo cual, en lugar de aportarle ese armonioso crujiente, ofrecía resistencia a la masticación y deglución. Sin embargo, todo ello fue superado gracias al delicioso cremaet con el que se ofrece un minúsculo croissant, gentileza de la casa.  


            Por otra parte, el Mesón-Restaurante Adrián es un lugar acogedor; con su rústica decoración de paredes de piedra y el colorido de sus lámparas, se crea un ambiente relajado en el que, a diferencia del típico jaleo observable en cualquier tasca española, aquí se mantiene atenuado, y el nivel de decibélios general no impide mantener una conversación en un tono de voz normal.




            Ese viernes no era un viernes cualquiera, era el “Black Friday”. Una tradicción americana que está calando en Europa; un día en el que la gente se sumerge en ese mundo consumista, lanzándose a la calle o, simplemente desde casa a través de internet… como si no existiera un mañana. Es el prólogo del mes que cierra el año con abundancia de regalos, excesos y “paz y amor”.  A pesar de que alguien, a través de las redes sociales, ha pretendido divulgar que el origen del Black Friday procede de la esclavitud; el día después de Acción de Gracias en el que los esclavos negros eran vendidos a bajo precio para adquirir otros más jóvenes y fuertes, no parece que este argumento tenga gran consistencia, pues teorías más fidedignas apuntan hacia la crisis económica de Wall Street en 1869, cuando el mercado financiero entró en bancarrota.  Otras se refieren a fechas más recientes, en concreto al año 1975, cuando el “New York Times”, acuñó por primera vez el adjetivo “negro” al referirse al caos producido en el tráfico de la ciudad de Nueva York, debido a los descuentos en compras del día después de Acción de Gracias.



            Un día en el que en la tertulia de los Buidaolles también se habló del “Cupo Vasco”. Un sistema de financiación que reconoce desde 1978 la singularidad de las comunidades vasca y navarra, aunque su origen puede encontrarse cien años antes, cuando al final de las últimas guerras carlistas, el Estado estaba necesitado de fondos y pedía aportaciones a dichos territorios.  Este controvertido acuerdo se reedita cada cinco años y es objeto de discrepancias y polémicas, no solo en el Congreso de los Diputados, también entre la población.




                Los diferentes gustos musicales de los Buidaolles también se pusieron de manifiesto en la animada tertulia. Parece obvio en el arte, que los gustos son como los colores, con lo que no parece lógico devaluar ningún estilo musical por no ser compartido. Se puso de manifiesto, que la falta de conocimiento o de relación con determinadas músicas, es lo que induce a determinadas personas a pensar que esa música carece de valor. Esto suele ser algo genérico con otras artes tales como la pintura, la danza… y, en general, con todo aquello que se desconoce. Podríamos decir aquí que la ignorancia es muy atrevida; descalificar a un cantante o estilo musical puede resultar superficial, y típico del “cuñadismo”, cuando no se distingue un “do” de un “la”.
           



Una mañana más en la que, a eso de las doce, volvía a lucir el sol que animaba a la gente a ocupar la calle, pero que desvanecía las expectativas de quien había soñando con la ansiada lluvia.




José González Fernández

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