Igual que las estaciones
precedentes de este 2017, el caldeado otoño registraba las temperaturas más
altas de las últimas décadas; hasta tal punto, que su nombre estaba perdiendo
identidad, para pasar a ser llamado “veroño”.
Tan
caldeado el clima atmosférico, como el de las tertulias virtuales – de redes
sociales -, y presenciales – en los almuerzos y desayunos de los bares de toda
España-. La agitación social, por momentos, se convertía en indignación: por una
parte, de aquellos que entendían que se les privaba de su derecho a decidir,
por otra, de quienes entendían que la población que reside en un determinado
territorio, no puede estar por encima de la ley que ampara a todo un estado.
La
resaca del simulacro electoral, que se había celebrado el día uno de octubre en
Cataluña, continuaba con efervescencia, llegando fuera de nuestras fronteras,
donde los foros políticos no siempre coincidían con los periodísticos, donde
los lobbies o grupos de presión extranjeros – quien sabe si “untados” por el gobierno catalán -, exageraban
una violencia policial inexistente.
Aquella
mañana del viernes seis de octubre, la noticia era “La huída”. Pero no la de Sam Peckinpah, ni tampoco se trataba de
ningún thriller en el que se intentara aterrorizar a los pacíficos catalanes
con el fin de que reconsideraran su actitud, no. Aquí no existía la
escenificación; como en el caso de la aireada violencia, atribuida a la guardia
civil “opresora”. Aquí estábamos ante
una auténtica desbandada de empresas que huían de Cataluña para establecerse en
otras capitales de provincia españolas.
El público que frecuenta en estos
tiempos Bodega La Pascuala es muy variopinto: desde obreros de la construcción
hasta ejecutivos de empresa, acuden a este popular y famoso establecimiento conocido ya en todos los medios de comunicación
local.
¿Pero guarda relación la fama que tiene el local con la calidad en sus productos, de su servicio, de su confort, de su decoración, de su precio…? Puede decirse que en Valencia hay muchos locales de almuerzo que igualan o superan a este, no obstante, la fama y el prestigio que ha cosechado a lo largo de los años, dan lugar a que, a las diez de la mañana, el local esté repleto de gente y haya que esperar una media hora para coger mesa. Esa masificación que hace que aumente el nivel de ruido y que las conversaciones sean inaudibles. No obstante, Bodega La Pascuala sigue siendo uno de esos locales donde se almuerza a lo grande. Tan grande como estos bocadillos de más de 50 centímetros repletos de buey, beicon, jamón, queso, tomate… difíciles de meter entre pecho y espalda, recurriendo al papel de aluminio, facilitado por la atenta y solícita camarera, y guardar el sobrante para llevar a casa.
¿Pero guarda relación la fama que tiene el local con la calidad en sus productos, de su servicio, de su confort, de su decoración, de su precio…? Puede decirse que en Valencia hay muchos locales de almuerzo que igualan o superan a este, no obstante, la fama y el prestigio que ha cosechado a lo largo de los años, dan lugar a que, a las diez de la mañana, el local esté repleto de gente y haya que esperar una media hora para coger mesa. Esa masificación que hace que aumente el nivel de ruido y que las conversaciones sean inaudibles. No obstante, Bodega La Pascuala sigue siendo uno de esos locales donde se almuerza a lo grande. Tan grande como estos bocadillos de más de 50 centímetros repletos de buey, beicon, jamón, queso, tomate… difíciles de meter entre pecho y espalda, recurriendo al papel de aluminio, facilitado por la atenta y solícita camarera, y guardar el sobrante para llevar a casa.
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Todo
ello en una mañana soleada, una más de las que seguía ofreciendo este “veroño”; para pasear por las arenas de la cercana playa
o, simplemente, para reunirse cerca de ella y, como cada viernes, debatir,
charlar, reír… y vivir ese epicúreo momento.
Un deleite que premia toda una semana de obligaciones laborales de este grupo
de compañeros y amigos.
José
González Fernández
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