La escapada de hoy se realiza a pie, siguiendo
la carrera de La Font de Sant Lluis hasta llegar a la Avenida de La
Plata. Paralelas a la vía del tren, y hasta el cauce viejo del río
Turia, parten desde antiguo un importante número de carreras, que
hoy están conformadas en calles y avenidas: Malilla, La Font de Sant
Lluis, En Corts, carrera del Riu - también llamada de Montolivete- …
La avenida de La Plata es perpendicular a todas ellas, atravesándolas
en alguno de sus tramos. A finales del siglo XIX, junto con Ruzafa,
se integraron todas en la ciudad de Valencia. Hasta los años
cincuenta, algunas de estas carreras contaban con casas de dos
alturas, a lo sumo, y alquerías, siendo sus residentes, comerciantes
de ultramarinos, trabajadores del campo y, en general, procedentes
de clase humilde y trabajadora. También existía alguna pequeña
industria metalúrgica y del mueble. La invasión constructora ha
dado lugar a que los edificios de hasta diez o quince plantas hanyan
transformado el paisaje rural, siendo absorvido por la gran ciudad.
Todo ello, unido a la pedanía de La Punta, es lo que se conoce como
el distrito de Quatre Carreres.
¿Pero, por qué se le llama avenida de La
Plata a una vía que durante muchos años se ha considerado un
suburbio, una zona marginal de la periferia?
Su nombre se lo debe a Erminia Belloch, una
mujer de negocios, adelantada a su tiempo, que vivió entre finales
del siglo XIX y principios del XX. Gracias a unos ahorrillos de su
padre, se convirtió en prestamista, combrando unos intereses muy
elevados por su actividad bancaria, lo cual le permitió acrecentar
su fortuna e invertir en diversos inmuebles y huertas de la
zona.También acumulaba las joyas y metales preciosos que la gente
empeñaba. El oro no era un metal corriente en aquella zona de gente
humilde, pero sí la plata, por lo que fue “La
Casa de la Plata”, - propiedad de
Erminia – lo que dio nombre a la avenida. También a ella se le
conocía como “La señora de la
Plata”. Fue ella misma quien
transformó las viejas barracas en alquerías y asfaltó el camino
que llevaba hasta carrera En Corts.
A Herminia se le conocía como una persona
tacaña y que controlaba mucho su dinero, propio de toda usurera. Sin
embargo, a su muerte en los años veinte, su hija, también llamada
Herminia, dilapidó toda su fortuna en menos tiempo que a ella le
había costado atesorarla, siendo víctima de otros prestamistas
colegas de su progenitora. Sin embargo, la construcción del cuartel
de Zapadores, en la carrera de En Corts, por orden del General Primo
de Rivera, supuso su salvación económica. Vislumbró aquí su
futuro; pues tantos hombres juntos, tan alejados de la ciudad,
precisaban de un servicio de atención femenina, el cual ella les
procuró en su propia casa. Así se creó el primer burdel popular de
l’Horta. El escándalo entre la vecindad rural fue clamoroso, pero
el éxito que tuvo entre oficiales y tropa, apagó todo tipo de
protestas. Los oficiales, desde una terraza, tomaban café y
vigilaban desde lejos el prostíbulo. Justo al lado del cuartel
estaba – y aún hoy sigue allí – “Casa
Clementillo”, donde los soldados
almorzaban. Desde allí iban a solazarse, y desahogar así su
continencia de testosterona, a “La
Casa de la Plata”, donde Erminia
seleccionaba a las mejores muchachas, expertas en placeres de alcoba.
Así fue hasta la Segunda República, cuando la propietaria murió
debido a excesos con el alcohol y a otras sustancias que empezaban a
popularizarse por entonces.
La
avenida de La Plata, por tanto, es hija del sexo y del dinero, aunque
en la actualidad sus ciudadanos siguen perteneciendo, en su inmensa
mayoría, a la clase trabajadora; a todos aquellos que les suena el
despertador a las siete de la mañana para iniciar su jornada
laboral.
Intentando
revivir aquellos momentos de esparcimiento de los servidores de la
patria, los Dalton Buidaolles vuelven al lugar, aunque no exactamete
a “Casa Clementillo”,
sí al bar “Tapería La Fuente”,
un local sito en el número 41 de la
propia avenida, que tiene en común con el anterior el hecho de que
también está frente a un acuartelamiento, pero en este caso se
trata de la Base Central del Cuerpo de Bomberos de Valencia, quienes
son sus clientes habituales. No obstante, el único momento epicúreo
de goce y distrufe de los Buidaolles, es el que proporciona el
almuerzo; ese placer de llenar la panza y transgredir las
prescripciones médicas, - pues no en vano alguno de ellos es también
discípulo de Hipócrates y Galeno – Por lo tanto, los placeres de
la carne, para ellos, sólo se limita a la de cerdo, ternera o
caballo. Lejos quedan de sus pretensiones los deleites onerosos que,
en algunos antros de la zona, todavía se siguen ofreciendo.
El bar “Tapería
La Fuente” ofrece ese otro tipo de
goces que se pueden condensar en un buen bocata de calamares con all
i olli y una fría cerveza.
Un establecimiento, como muchos otros en la
misma avenida, de buen servicio al cliente, tanto en el interior como
en su terraza, con una decoración en la que destaca la sensualidad
de unos labios de mujer que intentan transportar al visitante a otra
época, una boca seductora capaz de causar algún que otro incendio
imaginario, - sin importarle que su clientela más frecuente proceda
del cuerpo de bomberos - transmitiendo esa calidez de
establecimiento pequeño pero acogedor, que contrasta con alguno
centenario de la zona, como es el caso de “Casa
Clementillo” que en otro momento
será objeto de Visita-Dalton.
La avenida de La Plata: desde Malilla –
perpendicular a Ausias March - hasta Montolivete, con casi
kilómetro y medio de longuitud, llega hasta la iglesia que alberga
el icono bizantino de una virgen que, según la tradición oral, fue
traída de Jerusalen por un soldado. Cuenta la leyenda que fue
capturado durante una cruzada, por los musulmanes, y al huir de su
cautiverio, encontró un lujoso salón con grandes tesoros. - botín
que los moros habían robado a los cristianos – Se llenó los
bolsillos de joyas y oro, pero antes de saltar por la ventana, se
arrepintió, y en su lugar decidió salvar el icono de la virgen. Se
detuvo a dormir en el Monte de los Olivos y durante la noche se
produjo el milagro. Unos ángeles arrancaron el olivo bajo el que
dormía y le transportaron junto a él hasta la huerta de Ruzafa,
donde despertó al día siguiente. Allí se levantó la hermita que
aún existe hoy junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
José González Fernández
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