Los
polígonos industriales son un puntal importante en la economía de
cualquier ciudad. El de Vara de Quart se encuentra al suroeste de la
ciudad de Valencia y es el único que está dentro de la misma,
rodeado de zonas residenciales tales como: la del propio barrio que
le da el nombre al polígono, Sant Isidre, Tres Forques, Patraix,
Faitanar y Chirivella. El llamarle polígono industrial no deja de
ser una anécdota, pues poco o nada de industria queda en la zona,
porque la que había se marchó a otros enclaves alejados del casco
urbano. Por otra parte, existe una revisión del PGOU en la que se
convierte en una zona de uso terciario. Sin embargo, la importancia
de su actividad económica sigue existiendo, ya que en él se
encuentran empresas tales como: El Diario Levante, una Inspección
Técnica de Vehículos o la del grupo de lácteos Prado Cervera,
posiblemente la única de carácter industrial de la zona.
Parece ser que en el proyecto intencional del actual equipo regidor
del consistorio municipal valenciano, se perfila la posibilidad de
que siga existiendo como parque empresarial, pero con empresas del
sector de servicios y, sobre todo, aquellas que no coadyuven a la
contaminación ambiental ni acústica.
E
n
la calle Dels Gremits, 10, se encuentra el Restaurante Sant Louis, un
local poligonero con cierta estética, que ofrece lo que otros
muchos, pero con una muy buena relación calidad-precio. Los Dalton
Buidaolles se dejan caer en esta soleada, aunque ya fresquita mañana
de San Viernes, por el concurrido lugar en el que, como en la mayoría
de los ubicados en polígonos industriales o empresariales, se masca
un ambiente de prisa y estrés; típico de la clientela que lo
frecuenta, pues en su amplia mayoría son trabajadores que sólo
disponen del oficial descanso para bocadillo.
Los Buidaolles, además de llenar la panza, emplean este momento para
la tertulia; unas veces de carácter profesional, pues sirve para
intercambiar informaciones del devenir de la actividad educativa en
el Centro; otras veces de carácter socio-político, ya que se
establecen coloquios y debates sobre las últimas noticias y
acontecimientos ocurridos en ámbitos tanto local, nacional o
internacional. Allí lo mismo se habla de música, de historia, de
deporte, de política… En el grupo se pone de manifiesto la
inexistencia de pensamiento único y, por consiguiente, la pluralidad
ideológica y de opinión. Los animados debates suelen llegar al
final del bocadillo, a la espera del café y, en esta mañana de
noviembre, los temas a tratar ha sido diversos: Por una parte, uno de
tipo socio-cultural: la muerte del cantante y poeta Leonard Cohen y
la del miembro de la Real Académia de la Lengua Francisco Nieva. Por
otra, la sorprendente victoria en las elecciones a la presidencia
de Estados Unidos de Donald Trump.
E
n
el restaurante Sant Louis se ofrecen desayunos, almuerzos, menú
diario y comidas en grupo. Su buena organización hace que a cada
cliente se le asigne una papeleta con un número, anotando en barra
lo que cada cual ha pedido. Dicho sistema permite llevar un control
individual y evitar errores.
L
os
bocadillos de lomo con habas y los de lomo jamón y pimientos con all
i olli, son los que más se consumen. Una barra de pan crujiente de
cuarenta centímetros, no ofrece mucha resistencia a caninos e
incisivos y mucho menos a molares. Por un momento, se hace el
silencio, y es porque la camarera comienza a servir las suculentas
viandas emparedadas y las bocas únicamente están ocupadas en
deglutirlas.
Un
día más, un viernes más, un hedonístico momento más, de un grupo
de compañeros, y sin embargo amigos, que en su variedad de
componentes, no siempre coinciden en todas las citas, debido a sus
múltiples quehaceres. Tampoco siempre coinciden en su peNsamiento
político e ideológico ni en los temas de opinión, pero les une el
respeto mutuo y su afición a las costumbres gastronómico-culturales
de esta cálida y atractiva ciudad.
José González Fernández
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