Maltratada y abandonada por ediles de varios colores
e ideologías políticas, víctima del desatinado afán especulativo, constreñida
por el crecimiento del puerto y la inoperante ZAL (zona de actividades
logísticas); que tanto dolor causó a quienes vieron cómo les expropiaban de su
vivienda, sin que ello tuviera efecto en la riqueza ni en los puestos de
trabajo de la zona - pues llevan más de 22 años paralizadas las obras por
impedimentos legales -, la barriada de La Punta y su paisaje huertano,
sobrevive en su anarquía, crucificada por el ferrocarril, por la autopista y
por las vías de servicio.
De la barriada de La
Punta, y de su problemática, ya hemos hablado en ocasiones anteriores en las
que visitamos alguno de los establecimientos de la zona. Esta vez, Los Dalton
Buidaolles visitan el Bar-restaurante Tres Camins, localizado junto a La Punta,
pero que pertenece a Pinedo. Las crecidas del río Turia obligaron a construir,
en los años cincuenta, un nuevo cauce que va desde Quart de Poblet hasta
Pinedo, dividiendo el territorio de diversos términos municipales, entre ellos
el de Pinedo. Dicho cauce ha evitado muchas inundaciones en la Ciudad, pero ha
roto las comunicaciones entre los pueblos y aldeas, deteriorando su hábitat. Un
ejemplo de ello es el del lugar donde se encuentra el Bar visitado este
viernes, el cual toma su nombre de los tres caminos existentes antaño en la
zona, y de los que solo queda el de “Anouers”.
Pero los males de los habitantes de la zona de Tres Camins no acaban aquí.
En el año 2005, con motivo de la ampliación de la depuradora de aguas de
Pinedo, una parte importante del barrio fue borrada del mapa, ignorando a las
familias que tienen sus viviendas a escasos metros de la verja de sus
instalaciones, quienes han de soportar los malos olores, sobre todo cuando
sopla viento de poniente; muchos de ellos se lamentan diciendo que les han
acorralado, como si se tratara de animales, en una superficie triangular.
Es
el contraste de una Valencia moderna y próspera, la de los monumentos de
Santiago Calatrava que se dibujan en el horizonte, con la decrepitud latente de
lo que, en otro tiempo, fue un idílico paraje, convertido ahora en un suburbio
inhabitable.
El Bar-restaurante Tres Camins es el refugio
del desconsuelo de unos vecinos que, de manera estoica, se niegan a abandonar
la zona que les vio nacer y crecer. Sin embargo, este establecimiento no solo
es visitado por los habitantes del lugar, también acuden allí los trabajadores
de la depuradora, los agentes del orden público y los curiosos e investigadores
gastronómicos, como es el caso de Los Dalton Buidaolles.
Este
establecimiento está respaldado por una buena crítica, pues, no en vano, a la
hora del almuerzo, su aforo interior y su terraza suelen estar llenos de
clientes. Sin embargo, siendo fieles a la verdad, este negocio hostelero no
destaca en nada: ni en el la calidad, ni en el precio, ni en el buen servicio,
ni en la decoración…
Después de llevar
más de media hora esperando en la mesa a que la única camarera del local se
pasara a tomar nota de la comanda, Los Buidaolles se acercaron hasta una
ventana-mostrador que comunica el bar con la cocina, donde hubieron de esperar
otra media hora más para ser atendidos. Todo ello era comprensible, pues,
también en la cocina, solo había una sola persona; una señora mayor, que por
mucha voluntad que ponía la mujer, no daba abasto para atender a tan
hambrientos comensales. Había que agradecer, por otra parte, que hicieran los
bocadillos en el momento, mientras esperabas observando impaciente los movimientos
de una persona poco acostumbrada a las prisas de la gente. Tal vez los
productos fueran de calidad, pero el simple hecho de ver, desde afuera, una
cocina con tan poca higiene y tan mal organizada, producía cierta repulsa o
predisposición negativa. Por otra parte, hay que hacer mención también a la
poca variedad de su oferta gastronómica; todo se limitaba a productos cárnicos
de cerdo, asados a la plancha o fritos en una sartén, siendo escasa también la
guarnición en: habas, patatas, pimientos, cebolla…
Un
local que no atrae tampoco por su decoración; ni conserva la tradición de una
taberna huertana, ni el refinamiento de un restaurante de capital. Tal vez sea
un reflejo de la decadencia del propio entorno. No obstante, el cremaet que
sirven es de calidad, hecho en el acto y en el propio vaso, con su justo punto
de temperatura, azúcar y alcohol. También los “cacaos del collaret”, típicos de la zona, mucho más sabrosos que
los de otras variedades.
En
ese día todos los comentarios de Los Dalton Buidaolles estaban relacionados con
el escándalo producido por los insultos que, en privado y a micrófono abierto,
hizo el juez del juzgado nº 7 de violencia contra la mujer, José Manuel Martínez Derqui, quien llegó a llamar “bicho e hija de puta” a la modelo María Sanjuan.
También
se habló del caso de Brett Kavanaugh, el juez que había sido nombrado miembro
vitalicio del Tribunal Supremo, en medio de la descomunal polémica por las
acusaciones de acoso sexual que pesan sobre él. Una muestra más del movimiento “Me too, que pone en peligro al partido republicano, ante
las elecciones legislativas de noviembre.
En
otro orden de cosas, se habló de la dependencia que actualmente tenemos del
teléfono móvil. Alguien comentó una anécdota con referencia al cuento infantil
de Hansel y Gretel. El cuento que a todos de niños nos ha hecho estremecer,
ahora cualquier niño te lo podría desmontar diciéndote: “…¿pues si se perdieron, por qué no llamaron a sus papás con el móvil?”
Una tecnología tan incorporada a nuestra vida, que ya incluso forma parte de
nuestra anatomía.
La
subida de precio del combustible diesel estaba siendo también criticada por
algún sector de la población que veían como la inversión en sus vehículos diesel,
aconsejable hace unos años, estaba siendo ahora gravada por los altos precios
del combustible, en un intento del Gobierno para disuadir al consumidor en la
adquisición de este tipo de vehículos, con el fin de proteger el medio
ambiente.
Todo esto y mucho más en un día
en el que las nubes, en formación de cúmulos, iban haciendo acto de aparición
para más tarde difuminarse, quedando una temperatura casi veraniega, a pesar de
que en otras latitudes de la península habían amanecido con las primeras
heladas.
José González Fernández
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