Catarroja,
municipio muy cercano a la capital, en la comarca de la Huerta Sur.
Una población de 27.000 habitantes cuyo origen se sitúa en la época
romana, como así se constata en los restos arqueológicos hallados
en “El Huerto de Pepica”; aunque una gran parte de ellos
fueron saqueados y vendidos a coleccionistas. Su proximidad a la
albufera ha propiciado que desde siempre la economía haya estado
basada en la pesca y en la agricultura, con el monocultivo del arroz.
Sin embargo, en la actualidad, son los sectores industrial y
servicios en los que se concentra la mayor parte de su población
activa.
Sus
monumentos del siglo XVIII: Iglesia de San Miguel, Palacio de
Vivanco, entre otros, dan fe de que Catarroja no surge como
consecuencia de la eclosión urbanística de la Capital y el
hacinamiento de los emigrantes que llegaban y se instalaban en torno
a las fábricas. No obstante, a partir de 1950, poco a poco, el
inexorable crecimiento de la tercera ciudad española, da lugar a que
diversos municipios como Catarroja acorten sus distancias y se unan a
la misma a través de los polígonos industriales, las carreteras,
los puentes y los medios de transporte.
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Una
de las características más importantes de este municipio es el
hecho de estar en el marjal de la Albufera, una fuente de vida y
riqueza para la localidad durante tantos años. Un parque natural
desde 1986 que ha sobrevivido a la presión urbanística y a las
agresiones contaminantes de tantas industrias que, sin control, han
vertido en ella sus aguas residuales. - Problema solucionado
actualmente, en parte, gracias a la depuración de las mismas –
La
Albufera es el lago de agua dulce más grande de España y una de las
zonas húmedas más importantes de la península debido a su amplia
biodiversidad: Garzas, gaviotas, patos, cigüeñas… se dan cita en
este cálido lugar de espectacular paisaje. Su nombre “Albufera”
procede del árabe, y significa “Pequeño Mar”. Eso es en
realidad este estanque; un mar de agua dulce o algo salobre, separada
del litoral por una lengua arenosa que es la Dehesa del Saler. Aquí,
la interacción del hombre y la naturaleza han generado un paisaje de
excepcional interés, debido al contraste entre la vegetación y la
fauna salvaje por una parte, y los cultivos por otra. De noche, es
el mejor espejo en el que se mira “la luna de Valencia”; de
día, los destellos de los rayos del sol proyectados en sus aguas,
producen un efecto de reflexión multicolor, dándole al entorno ese
aspecto áureo que le caracteriza.
El
cultivo de arroz unido a la pesca, ha sido durante siglos el sostén
de todas las poblaciones de la huerta-sur, y de una gran parte del
territorio valenciano.
Las
barcazas permanecen amarradas en el mismo sitio desde hace más de
sesenta años, pero ahora no sólo se dedican a la pesca, - en su
mayor parte deportiva – sino que se emplean para pasear a los
turistas; el mismo tipo de embarcación, - parecido a la góndola
veneciana – se viene utilizando desde hace siglos, con la
diferencia de que antes eran impulsadas por el viento y ahora suelen
llevar motor.
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Más
de sesenta años lleva también, justo en la misma orilla de la
Albufera, en el Camí del Port, “Casa Baina”; un lugar
especializado en All i Pebre y Arroz en Perol, dos platos típicos de
la gastronomía huertana, cuyo origen se encuentra en los poblados que
circundan estas tranquilas aguas. Sin apenas reformas en su interior,
el gran comedor de este establecimiento se mantiene con su austera
decoración de fotografías en sus pare
des, que evocan aquellos
tiempos en los que los pescadores y huertanos se refugiaban aquí
para almorzar o, simplemente, para jugar su partida de cartas después
de su jornada laboral. Fieles a la tradición, e intentando
emularles.
Los Dalton Buidaolles visitan
este bucólico lugar cargado
de historia y buenas costumbres culinarias. Como no podía ser de
otra manera, todos se ponen de acuerdo en pedir el plato estrella: la
enorme cazuela de All i Pebre, ese genuino producto de la zona, cuya
base principal es la anguila que se pesca en las cercanas aguas. El
guiso lleva también patatas, ajos, guindillas picantes, pimentón
dulce, almendras picadas y aceite de oliva. La dueña del local nos
comenta, que el secreto de que allí se sirva uno de los mejores All
i Pebres de Valencia, reside en la calidad del producto y en su
cocinado a fuego lento.
Merece
la pena ir a comer a Casa Baina por algo más que las bondades de su
cocina. La satisfacción no sólo se basa en llenar la panza, aquí
se produce el deleite sensorial. La suave brisa que acaricia la piel
y el olor a mar, unido a las increíbles vistas, elevan el momento a
la altura de un festival orgásmico de los sentidos, en el que el
propio paraje proporciona un relax y una paz difíciles de conseguir
a pocos kilómetros en la gran ciudad.
José González Fernández
Ya tenía de ganas de comer un buen All i Pebre. Y así fué. La anguila en su punto y la salsa con su sabor característico. Muy bien. Por poner una pega, tal vez las patatas les faltaba un punto de cocción o puede que otra variedad de las mismas fuera más adecuada, para mi gusto claro está.
ResponderEliminarY el precio me pareció normal teniendo en cuenta que la anguila no es un producto barato.
El lugar es amplio y convencional, afortunadamente muy tranquilo ese día. Cuando esté lleno ha de ser de gritería apabullante que, por otra parte, es la tónica general en nuestros bares y restaurantes.
El servicio bien, nos atendieron con amabilidad y presteza.
El exterior con su amplia acequia y embarcaciones mu bonito.
Recomendable.