El bien entrado otoño va dejando cada mañana su tapiz de hojas
muertas sobre las calles de la ciudad levantina, a pesar del esfuerzo
del servicio de limpieza por hacerlas desaparecer antes de que los
primeros invasores de las aceras, las encuentren en la hora punta de
su inicio de jornada. Una fresca mañana en la que el tema del día:
en las cafeterías, en los supermercados, en las oficinas… es el
entierro en el día anterior de Rita Barberá, controvertido
personaje, de la política local y nacional, que durante tantos años
gobernó en la Ciudad. Las luces y las sombras de su figura, estaban
representadas en el aspecto meteorológico que ofrecía la mañana;
estratos de nubes ascendentes que tenuemente ocultaban los rayos de
sol en la alborada. No obstante, poco a poco, el cielo se fue
despejando, y justo a la hora del encuentro de Los Dalton Buidaolles,
- como cada viernes en el patio del Instituto - alumbraba un sol
radiante con una temperatura en ascenso, similar a las registradas en
septiembre y octubre.
Hoy deciden visitar la localidad de Paiporta, un municipio de “La
Huerta Sur”, aunque aquí el sector primario poco aporta a su
economía, pues la misma se asienta en la industria y en los
servicios, sectores en los que se encuentra ocupada la mayoría de
la población activa. Sin embargo, toda la superficie de su término
no urbanizable permanece labrada, con un sistema de regadío tan
antiguo como el del resto de La Huerta Sur.
Paiporta es una localidad de 24.800 habitantes que se encuentra al
sur, a cinco kilómetros de la Capital. Su orografía es
prácticamente llana y está dividida la ciudad por un curso fluvial
estacional, denominado “Barranco de Chiva o Barranco de
Torrent”. Dicha rambla – entre el Júcar y el Turia – como
paradigma del endorreísmo, vierte sus aguas a la Albufera, y no al
mar. Cuando los fenómenos de gota fría descargan de forma abrupta
sobre la costa levantina, este cauce recoge el agua de las ramblas de
Chiva y Cheste, además de las precipitaciones de los municipios –
Picaña, Masanassa y Catarroja – por los que transcurre. Es
entonces cuando deja de ser un río seco para convertirse en un
caudal que, a veces, se desborda.
El nombre actual de la ciudad, nada tiene que ver con el originario,
pues éste era “San Jorge”. Supuestamente, porque su
fundación se remonta a la conquista de Valencia por Jaime I, los
primeros pobladores de las alquerías debieron ser cristianos. La
toponimia del nombre de Paiporta nos dice que es una palabra que
procede del latín “Prope hortam”, cuyo significado es:
“cerca de la huerta”. De su evolución fonética se
desprende la derivación en “Proihorta” que a su vez se
derivó en “Proiporta”, cuya acepción del árabe la
convierte en “Paiporta”.
En cuanto a su monumento histórico más representativo, ha de
hacerse mención a la iglesia parroquial, construida en 1754 con un
estilo entre el barroco y el neoclásico, está dedicada a San Jorge
Mártir.
A
la entrada de Paiporta, llegando desde la Capital; en la calle
Valencia, 25, está el Hostal Bonavista, que, además de alojamiento
y restaurante, ofrece a su matutina clientela unos suculentos
almuerzos, con un asador en el que sus carnes a la brasa atraen por
ese olor característico y son el principal reclamo para el
viandante.
La
característica de este local reside en que, a diferencia de otros,
en éste establecimiento existe un sistema de self-service: se pide
en la barra el bocadillo o la ración a elegir entre una gran
variedad de productos, y lo recoge el propio cliente a través de una
ventana que comunica el bar con la cocina. Un sistema eficiente que
ahorra mano de obra, pero que precisa de mejor organización, puesto
que una sola persona cocinando y entregando las comandas, es
insuficiente para atender al gran número de clientes que, en su
amplia mayoría, han de almorzar en quince o veinte minutos.
N
o
obstante, el producto que se ofrece en Hostal Bonavista es de gran
calidad, eliminándose por este proceso de asado una gran parte de
las grasas. Un buen bocadillo de chorizo, morcilla y panceta; una
bomba calórica en sartén o freidora, hecho a la brasa, entra bien y
sienta mejor.
Una semana más, Los Dalton Buidaolles combinan esa sana tradición
de comer fuerte a media mañana, con la no menos sana costumbre de la
tertulia, acompañada del habitual café y esta vez también, por
gentileza de la casa, un chupito de licor de melón, eso sí, sin
alcohol, pues la jornada laboral continúa aún. Los debates
sociopolíticos, la última anécdota de algún acontecimiento
ocurrido en el entorno profesional y cualquier chascarrillo o chiste,
sirven para pasar un rato ameno y agradable, donde la risoterapia
fortalece el estado de ánimo y carga las pilas con ese generador de
energía que se llama felicidad.
José González Fernández