Las
hojas de los árboles caían lentamente, al igual que las del calendario de ese
2019, que, creyéndose aún estival con sus tibias mañanas y sus noches casi
tropicales, nos convidaba a ir ligeros de equipaje y livianas vestimentas;
aquella brumosa mañana del día 11 de octubre, en la que Los Dalton Buidaolles
visitaban el Bar Alpa de la calle Matemático Marzal, 14, de Valencia.
A
pocos metros del centro de la Ciudad, entre la estación del Norte y la plaza de
España, se encuentra el Bar Alpa, en el cruce de las calles Matemático Marzal y
Convento Jerusalén, junto al espacio abierto de la famosa plantá de la falla que, en diversas ocasiones, ha obtenido el
primer premio. No es de extrañar, por lo tanto, que dicho establecimiento surja
como tributo al festival de arte efímero y pirotecnia más importante del mundo.
No en vano, su decoración está llena de motivos falleros, aunque también
marinos. En sus paredes, en lugar de cuadros, hay espejos sobre los cuales
figuran textos satíricos y filosóficos, que hacen alusión a la amistad, al amor
y al buen yantar. Frases tales como: «Cocinar
es como amar, hay que hacerlo sin miedo… o mejor, no lo intentes» «El amor
puede esperar, el hambre no» «El amor se cocina a fuego lento», «Las calorías
son pequeñas criaturas que viven en tu armario, que por la noche cosen tu ropa haciéndola
más pequeña cada vez»; como también algún consejo gastro-amoroso en forma
de receta: «2 tazas de inspiración, 500
gramos de amor, 1 huevo de paciencia, 300 gramos de sabor y locura al gusto».

En
ese castizo barrio fallero, convertido en la actualidad en el China Town valenciano, numerosos son los
negocios orientales que, en toda la zona, ocupan la mayoría de los bajos
comerciales. De entre todos ellos sobrevive por casualidad el Bar Alpa; el cual
ya merece la pena visitar, aunque solo sea por su aliciente cultural. Sin
embargo, también podemos encontrar aquí una amplia variedad de alimentos para
combinar el bocadillo; eso sí, solo te permiten poner entre el pan dos
ingredientes. La sangre con habitas, los chipirones, la tortilla de
patatas…
entre otras viandas, son algunos de los productos que podemos degustar en este
bar, junto con la típica comida casera y mediterránea. Echamos en falta aquí el
cremaet que se sirve en la mayoría de los locales especializados en el
esmorzaret, por lo que, a pesar del buen servicio, nos obliga a dar a este
establecimiento una puntuación media.

No
esperes encontrar aquí la paz y el sosiego —al menos a la hora del almuerzo—
para mantener una conversación relajada e intimista, no. Los más de 70
decibelios que llegan hasta los pabellones auditivos obligan a gritar o a usar
el lenguaje de signos si pretendes comunicarte con el resto de tragaldabas que
hacen buen honor a su nombre de Buidaolles,
pues solo callan cuando comen.
No
obstante, esa hermandad, amiga del buen yantar y de las ambrosías que ofrecen
los selectos templos urbanos y rurales, también son fieles a la tertulia, sin
la cual su encuentro semanal carecería de sentido. Ese día era recurrente
hablar de las ampollas — en uno y otro sentido— que había levantado la
sentencia del Tribunal Supremo acerca de la exhumación de los restos mortales
del dictador Franco, después de 44 años de su entierro en la basílica del Valle
de los Caídos. En el contexto internacional era noticia la ofensiva de Turquía
contra las fuerzas kurdas, que reavivaba la llama yihadista en el noroeste de
Siria.
También se habló ese día del próximo concierto
que el octogenario Jonh Mayall iba a dar el sábado día 12 en la sala Moon de
Valencia, y de las nuevas salas de cine en 3D del centro comercial Bonaire. Y,
como de costumbre, en buena armonía y con la felicidad de saber que solo
quedaban horas para el deseado fin de semana.
José González Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí puedes hacer tu comentario personal