El cielo cubierto de nubes impedía a su majestad, el astro sol,
hacer acto de presencia en la mañana de un viernes que olía a
Navidad y a invierno. El líquido elemento, tímidamente salpicaba el
asfalto cuando, tras unos días de tregua, llovía sobre mojado en la
ciudad de Valencia. No era más que el preámbulo de lo que llegaría
después: tormentas de rayos y truenos acompañadas de abundantes
precipitaciones que azotaron a toda la costa levantina durante ese
día y los cuatro siguientes.
Sin embargo, esto no sería un obstáculo para que Los Dalton
Buidaolles, como cada viernes, iniciaran su encuentro en busca del
deseado esmorzaret. Esta vez se dirigen a pie al barrio de Malilla,
cercano al Instituto.
El barrio de Malilla, al sur de la Ciudad, cuenta con una población
de 23.000 habitantes, en una zona de alta expansión y especulación
urbanística cuyo origen se remonta a la época andalusí, en la que
existía cerca de Ruzafa un rahal denominado “Malilla”, siendo
donado por Jaime I, junto a las tierras de labranza, a las personas
que vinieron a repoblar Valencia en el año 1238. Su nombre procede
del camino que unía a las alquerías con Ruzafa, llamado “Camino
viejo de Malilla” y posteriormente “Carrera Malilla”;
una vía con adoquines hasta 1975, año en el que fue asfaltada.
Tras la riada de 1957 se lleva a cabo el Plan Sur, con el fin de
desviar el cauce del río Turia y evitar las inundaciones en la
ciudad. La división de tierras por dicho cauce, dio lugar a la
formación del barrio. Una zona en la que siempre han existido aguas
subterráneas, producto de una de las ocho acequias del río Turia;
la de Favara, que desaparece en este barrio para volver a aparecer,
recuperando su trazado original en la amplia zona regable de
Benetúser y Alfafar. En Malilla aún se mantienen los canales o
regadoras que conectan con dicha acequia, los cuales llevan agua a
las distintas parcelas.
En la actualidad se está llevando a cabo, en la zona norte de este
barrio, la construcción de un centro de interpretación o parque
urbano con la estructura de huerto-jardín; una exposición al aire
libre a escala real de lo que ha sido Valencia y su huerta,
manteniendo y revitalizando su sistema histórico de canales dentro
del entorno paisajístico.
E
n
el barrio de Malilla, en la calle Juan Ramón Jiménez, 73 se
encuentra Casa Tere, un lugar donde el almuerzo es tan barato porque,
según nos comenta el dueño del negocio, se han tenido que adaptar a
los duros tiempos de la crisis. Una crisis que ha azotado a la zona,
paralizando cualquier iniciativa de construcción privada. Sin
embargo, la calidad de los productos que ofrece se mantiene
inalterable. Sirva de ejemplo esa tortilla de patatas entre el recién
hecho pan; una delicia para el paladar y, de manera inexplicable,
fácil de digerir. Un rico bocadillo con pimientos y panceta que
ayuda a continuar la jornada y que da pie para que alguno de Los
Dalton ayune hasta la hora de la cena, pues ese día tocaba también
la tradicional cena de empresa. Una de esas cenas que sirven para
reunir a una parte de la plantilla una vez al año; que ayudan a
fomentar las relaciones informales y que luego surten efecto en las
dinámicas de equipos de trabajo, pero que al mismo tiempo favorecen
el consumismo navideño y no cubren las expectativas en cuanto en la
relación calidad-precio.
L
os
Dalton Buidaolles prefieren siempre “las nueces al ruido” y,
además de asistir a las protocolarias cenas, también acuden en la
mañana del viernes, como si de un ritual religioso se tratara, a
este local que, por su decoración, nos recuerda que ha llegado la
Navidad, algo que significa vacaciones y que en pocos días llegarán
esos sorteos de lotería que mantienen la ilusión y hacen que todo
el mundo sueñe con que su vida va a cambiar. Pero también
significa que es tiempo de reuniones familiares: con su alegría, con
la pena por el que falta, con los brindis, con los besos, con las
riñas… y con la práctica de todos los conjuros y rituales para
recibir el nuevo año.
José González Fernández
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